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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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DE PRONTO, se hizo la luz. Los dos últimos puntos negros del gobierno Aznar (el «Prestige» y la participación española en la guerra de Irak) se hicieron transparentes. Y todo, en un par de días. El diario El País tuvo acceso a los archivos oficiales y ofreció la transcripción de las órdenes dadas para el alejamiento del maldito petrolero. Lo que hasta entonces había sido resultado de consultas técnicas es ahora una orden inmediata, sin que esas consultas aparezcan por ningún lado. Y lo que había sido una participación de España en misiones bucólicas de auxilio ha resultado ser un combate casi diario. Como es natural, tales filtraciones o apertura de archivos no se hacen impunemente. Lo más natural es sospechar que el gobierno, que tiene las llaves de esos documentos, ha querido echar basura sobre la ardiente actualidad política y desviar la atención de los graves asuntos que la nación tiene planteados. Como la acción coincide con la semana de propaganda, también resulta elemental pensar que es un capítulo más del despliegue. Y como, encima, sucede después de las encuestas negativas para el PSOE, ya tenemos el cuadro: el gobierno está tan desesperado, que echa mano de todo lo que tiene a su alcance para sobrevivir entre la niebla que le asfixia. Objetivamente, los datos que revelan las filtraciones son del máximo interés. ¿Cómo no va a ser de interés saber lo que pasó con el «Prestige»? ¿Cómo no va a serlo conocer el papel del Ejército? También es legítimo difundirlo. Por lo menos, tan legítimo como otras informaciones recientes que aseguraban que nuestras tropas habían sido despedidas por otros aliados al grito de «gallinas». Lo malo es el momento. «Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen», dejó escrito Baltasar Gracián. Y lo que parece es que el gobierno actuó por despecho; porque se siente acorralado; y que no busca el servicio público de la información, sino hacer daño al adversario. Es decir, que vuelve a actuar como oposición de la oposición. Y ahí volvemos a tropezar con otro aviso del sabio Gracián: «No basta tener razón, si la cara es maliciosa». Si lo que está viendo la opinión es la cara maliciosa del gobierno, así no ganará esta batalla. Y menos todavía, si se miden mal los tiempos. Puestos a hacer maldades, un buen estratega administraría eso con más astucia. Primero, consumiría el turno de autobombo de los ministros. Después, pasadas las Navidades, soltaría lo del «Prestige». Y en abril, coincidiendo con el aniversario del retorno de las tropas, filtraría lo de Irak. Y no sigo dando pistas, porque el lector va a pensar que yo soy todavía más perverso que los perversos del gobierno. Y tampoco es cuestión de demostrarlo.