EL BALCÓN DEL PUEBLO
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DESCONOZCO si la brisa de sal, como los besos de aquella «estarlette» sin nombre, llegó a la sede del Bloque Nacionalista Galego por la ría de Arousa o por la Costa da Morte. Lo cierto es que el «Benegá» ha conseguido dos objetivos: Uno, publicidad abundante y gatuita. Y dos, alimentar el victimismo de sus bases. Y todo ello, gracias al simple anuncio de que propondrá que el proyecto de reforma del Estatuto galego incluya la posibilidad de adhesión a Galicia de muncipios limítrofes. Sólo así emitieron por televisión la soledad mágica de las pallozas de Ancares o la arquitectura de pizarra, cuelmo y céspedes de Cabrera. No ha podido serle más rentable. Debería encorsetarse en el capítulo de anuncios de gran impacto mediático. Sólo eso. Porque aunque tuviera éxito la pretensión de los nacionalistas gallegos, su eficacia jurídica sería nula. Y lo mismo para municipios de León, que de Asturias o de Zamora, que si se refiriera a las Islas Canarias. En el estatuto gallego, en el actual o el que pueda diseñarse para el futuro, no es de aplicación su articulado ni en Castilla y León, ni en Asturias, ni en Buenos Aires, capital argentina, que como se sabe, cuenta con la mayor aglomeración de gallegos en el mundo. Todo este derroche de tinta es bastante gratuito, pero el Bloque ha conseguido protagonizarlo, ser estrella rutilante de un fin de semana. Para darse con un canto en los dientes: desde su líder al último militante. Del mismo corte propagandístico son los carteles del Partido Popular de Castilla y León, en los que aparecen, de mayor a menor, Carod-Rovira, el ministro Jesús Caldera, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. El cartel es de una deplorable estética. No sé si el orientador artístico fue Mañueco, secretario general azul en Castilla y León, o el corregidor de la capitalidad charra, Lanzarote. En todo caso, no pasaría el corte mínimo en un a mesa de creación artística. Pero, sobre todo, constituye una falta de respeto a los ciudadanos de esta comunidad autónoma, por la que cruzan miles y miles de españoles de otras latitudes. Cuando miran las vallas propagandísticas se frotan los ojos. No dan crédito a tamaña bajura. El lema rotulado en las vallas también es una supina manipulación. «Venceréis, pero no convenceréis». ¡Dios mío!, que escribiría mi colega Fernando Onega. La frase la pronunció en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en 1936 el entonces rector don Miguel de Unamuno ante unos militares golpistas. Y esa frase, ay, la utiliza el PP de Castilla y León en 2005 contra la ley aprobada por el Palamento democrático que representa legítimamente a la nación. Los descendientes de don Miguel de Unamuno, sus nietos, han protestado públicamente por el uso indebido de la frase de su abuelo. Estoy completamente suguro que la gran mayoría de españoles, además de ratificar el respeto hacia la figura de d on Miguel de Unamuno, comparten la indignación de sus descendientes. Al Bloque Nacionalista Galego le salió por el morro su fin de semana propagandístico. Al Partido Popular de Castilla y León, además de costarle un ojo de la cara y la retina del otro, su campaña burda y sectaria se le volverá en contra.