EL BALCÓN DEL PUEBLO
Efectos olvidados
VUELVE a la máxima actualidad la teoría de los efectos olvidados. En política no pueden dejarse sueltos, porque existe riesgo cierto de que te manden a la tumba. Y ya se sabe que los cadáveres mal enterrados acaban por salir a flote. Es lo que le ocurre al Partido Popular con asuntos del pasado, como el «Prestige» y la gu erra de Irak. Fueron en su día extraordinariamente importantes y polémicos. Los conservadores decidieron pasar página, negándose a dar explicaciones y a discutirlos en el Parlamento. Y ahora le estallan en pleno rostro político. Si en su momento hubiera existido una auténtica comisión de investigación sobre el «Prestige», con chequeo absoluto de documentación, conociendo todos los extremos que provocaron el desastre, no serían hoy noticia ni novedad las cintas que ha conseguido IU a través del juzgado de Corcubión, encargado del caso. De la misma manera, si José María Aznar -por cierto, a yer abuelo por segunda vez, felicidades- y Federico Trillo hubieran dicho la verdad sobre la intervención española, en alianza con Estados Unidos e Inglaterra, como ocupantes de Irak, no tendríamos que enterarnos ahora que los mismos informes jurídicos del Ministerio de Asuntos Exteriores decían que aquella guerra era ilegal, o que nuestros soldados estuvieron en guerra permanente durante dos meses, en lugar de en misión humanitaria en una zona hortofrutícola, por emplear la cursilería del ex-ministro Trillo. T odavía nos quedan por saber muchas más cosas de cómo trabajaba el anterior Gobierno y de cómo nos engañó a los ciudadanos durante el segundo mandato de Aznar. Con la mayoría absoluta se creyó que no tenía que dar ninguna explicación de sus actos. El actual Gobierno tiene la obligación política de dar a conocer a la ciudadanía todos los extremos de la gestión anterior por higiene democrática. Tenemos derecho a saber los detalles de estos asuntos mientras n o perjudiquen a la seguridad del Estado. Ahora bien, se equivocarían tanto socialistas como populares, si creen que eso va a ser decisivo en la política diaria actual. Sería un error de libro suponer que los «efectos olvidados» superarán a las consecuencias de que el Gobierno acierte en su labor y la oposición en la suya. Hasta ahora hemos visto cómo el PP se desbarranca en romper la baraja antes que en hacer oposición política. Y cómo, también, el Gobierno no da un puñetazo en la mesa para no dejarse arrastrar por el tripartito catalán a la ciénaga de ese disparate del Estatut. Ayer mismo lo criticaron sin piedad desde Fomento del Trabajo, léase patronal catalana. Ha quedado muy claro que la idea del tripartito no es compartida por nadie, ni de izquierdas ni de derechas. Sólo por ellos. Y también es inequívoco que su tramitación es la principal causa de la caída del Gobierno en las encuestas. Pasqual Maragall se conforma ya sólo con cerrar bilateralmente una financiación para Cataluña que mejore la actual. Sigue sin entender que la autonomía catalana no puede tener una financiación privilegiada respecto al resto de comunidades autónomas. Es decir: sigue sin entender el concepto de igualdad, que es lo que diferencia a la izquierda de la derecha.