SOMOS LEGIÓN
Rosalía
HAY una España que late, empeñada en latir, y otra España que bosteza y hace bostezar. Hay una España que siente como suyas las mismas vibraciones desde el cabo de Gata a Finisterre y otra España cuarteada de mente y atenazada en muy injustas y aburridas reivindicaciones del ancestro que esconden, demasiadas veces, intereses menudos y mezquinos. Estábamos descuidados con las idioteces palurdas de los hechiceros de los nacientes imperios vascos, catalanes, y ahora galaicos, y de repente surge la voz de un berciano, Amancio Prada, cantando a Rosalía, una gallega, pura bruma del lenguaje que hace añicos las fronteras. «Rosalía siempre» titula Amancio este nuevo disco en el que reúne todas las canciones que le han ido inspirando a lo largo del tiempo los poemas de la escritora gallega. Recuerdo, hace ya tiempo, una entrevista en la que titulaba que Amancio Prada llegaba a León «cargado de sol y noroeste». Intentaba decir que venía libre, abierto a todos los vientos y, al mismo tiempo, sin abdicar del aroma dulce y misterioso de su tierra. Cuando gana terreno la confusión zafia y paleta y cuando el derecho a la vulgaridad lleva camino de incluirse en la Constitución, es un auténtico consuelo la constatación de que siguen en la brecha, con perseverancia heroica, algunos espíritus excelentes, sin boinas mentales, y que se esfuerzan en ser leales y honrados con su trabajo. Gentes como Amancio nos recuerdan sin ruido que Rosalía, su obra, su voz armoniosa, ya no es de nadie sino de todos. Este disco no es sólo un ejercicio de la más alta sensibilidad sino también un bálsamo. Un faro en la niebla que señala que no todo está perdido. EL MINISTRO Moratinos declara no haber oído zumbar vuelos anómalos de la CIA. Puede que diga la verdad o puede que no. Nadie en muchas décadas le arrebatará a la actual oposición su macabro palmarés de invenciones -los hilillos de Rajoy, el baile de féretros de Trillo, los encargos a ETA de Zapatero según Acebes-, pero los del Gobierno también han hecho pinitos en el sainete. Todos los políticos mienten, con la excepción posible de José María Aznar, que presenta un cuadro clínico mucho más grave: es tan coherente consigo mismo que puede que se crea de verdad os disparates que le pasan por la lengua. Condoleezza Rice, la ministra más viril que tiene Bush, ha venido de excursión a Europa para explicar a los ministros indígenas cómo están las cosas en el país imaginario. Públicamente todos se han declarado satisfechos de sus explicaciones. El caso es que ninguno de ellos ha declarado que fueran infundios el campamento de Guantánamo o los juegos de mazmorra de Abu Ghraib ni tan siquiera los vuelos de la muerte de la CIA, pero afirman confiar en la dignataria altiva. Hoy sabemos que su antecesor, Colin Powell, que parecía buen tipo, mintió como un bellaco. El personal tiene muchísimas razones para no fiarse un pelo. Seguramente no puedan hacer otra cosa. Algunos políticos, en el fondo, añoran ser buenas personas. Todos ellos, aunque no lo consigan, desearían ser astutos: Moratinos, la Rice, el presidente de Irán, el gran jeque de Siria o el director de la OCM, que está en Hong kong. Pero ¿qué milongas les ha contado la Rice a los ministros europeos? ¿Que lo que hace lo hace por nuestro bien? ¡Ah, bueno! eso lo cambia todo.