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León

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LA ORQUESTA Odón Alonso, una asociación sustentada exclusivamente con fondos municipales, se ha hecho noticia por sus desarreglos y desacuerdos internos, transformados en batalla campal desde que el concejal de Cultura, Alfonso Ordóñez, decidió suspender los conciertos. Y la ciudad, que duerme plácidamente sobre los colchones de la inercia, se ha desperezado con furia ante el leve movimiento de las sempiternas partituras. El concierto de Navidad se transforma en alimento indispensable para las devotas almas de la música y la orquesta ha de resurgir de sus cenizas. El Ayuntamiento cometió error sobre error: primero programar, luego desprogramar y después no reponer la programación que había vendido, cuando menos, a los abonados del flamante auditorio. El fondo es otro. ¿A qué asociación cultural o educativa se le permite no presentar sus cuentas a la institución pública que la sustenta? ¿Por qué León no tiene una orquesta municipal? ¿Por qué no ha nacido en quince años una orquesta vinculada a la Escuela Municipal de Música? La crisis de la Odón Alonso es un espejo de la ciudad, que se gobierna, en ciertos ámbitos, como una finca particular. Al concejal de Cultura le han dejado solo en la batalla campal y ha rectificado, mientras a la de Fiestas la arropan para despreciar a la Mikado , un bien de interés cultural de hierro y vapor, como dromedario de los Reyes Magos. Traer a sus Majestades en helicóptero no es innovador, sino la fiel expresión de lo mismo: el municipio, como una finca particular. El interés público, al cuarto trastero (si lo hay).