EL RINCÓN
La gran manifestación
ESPAÑA VALE MENOS desde la muerte de Julián Marías, el español más veraz del siglo. El filósofo liberal que por serlo no reclutó nunca la adhesión de ninguna de sus insistentes mitades. Dijo la ministra de cultura, Carmen Calvo, que «Julián Marías fue una persona importante en la Historia de España, un pensador fundamental que analizó muy bien la sociedad y su propio espacio vital». Cuando fallece una persona muy mayor, no se sabe bien por qué se atenúa el dolor. Sólo los malogrados consiguen que sus admiradores se emocionen, desde Larra a Manolete. Pero España no sólo vale menos porque ya no esté con nosotros una criatura del calibre de Julián Marías, sino porque siguen vivos muchos de los que en vez de afanarse por explicarnos la vida se esfuerzan por amargárnosla. Desde el 1 de enero nadie podrá fumar en los centros de trabajo, a no ser que el centro de trabajo sea su casa. Una suerte tener el taller en el cuarto de estar. Cuando a Marcel Proust le preguntaron en un hotel cuál era su profesión, respondió: «Artesano en su hogar». La cruel ley antitabaco excluye ayudas públicas para dejar de fumar y la Seguridad Social no va a pagar ni un euro para los múltiples tratamientos contra el tabaquismo, a cual más eficaz, aunque ninguno supere al que he preconizado en muchas ocasiones: encender el cigarro luego aspirarlo no por la parte de la boquilla, sino precisamente por el lado encendido. ¿En que se empleará el dinero que se proyectó para las ayudas a los degenerados que seguimos fumando? Quizá se dedique a aumentar el número de estancos, que son una mina para el Estado. Siempre nos debatiremos entre dos tipos de seres humanos: los que ciertamente quieren mejorar el mundo y los que se proponen ponerlo todo mucho más difícil. ¿ Por qué no se organiza una gran manifestación de fumadores, todos echando humo por la calle? Los que aprendimos liberalismo en Julián Marías estamos realmente tristes por su muerte y porque su ejemplo de comprensión y de bonhomia no haya cundido.