Astérix, el cazurro

UNO, QUE es de pueblo y no de piso, y eso que se quemó cinco años los morros en la universidad, no acaba de entender el arte moderno. Puede que le pase como a Dalí la última vez que fue al Prado y un reportero le preguntó: «¿Qué hay de nuevo, maestro?». A lo que el de Cadaqués respondió: «¿Nuevo? Velázquez». El Musac, es un artilugio que lo mismo financia un vídeo de la cantante Alaska -entre el arte decadente, el art-decó y el güanderbrá­ - que la chirigota de cualquiera que se preste a una perfomance (hacer el gilipollas con mucha jeta para epatar al personal). La penúltima ha sido tumbar en el suelo a la consejera de Cultura, señora Clemente, a medias con la artista suiza Pipilotti Rist, ambas cubiertas por una manta, para visionar no sé qué audiovisual. Las fotos no estaban mal, pero uno prefiere las del Interviú. El director del Musac, que responde al nombre de Rafael Doctor Roncero y que gasta patilla de hacha e imprecisos currículos, amenaza con dimitir si el alcalde Amilivia celebra allí la próxima feria del libro infantil, exponiendo a Astérix y Obélix para críos y no tan críos. El alcalde ha tildado a Doctor diplomáticamente de soplapollas, o algo parecido, porque quien paga es el Ayuntamiento con los impuestos de la gente normal. Como los celtas a Julio César en esta aldea perdida, que es León, todavía hay algunos que resistimos a las tonterías de la cultura oficial, aun a riesgo de que nos tomen por celtas cortos, como al alcalde, que es de por sí bajo. O a lo mejor vamos para clásicos. Están locos estos romanos.