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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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E S TOY tan mal dotado para la austeridad como para el baile. Todos debemos reconocer nuestros límites. Lo malo es que tampoco tengo aptitudes para el lujo y me repugna la ostentación. Conozco a gente, cuya más alta finalidad en la vida es tener un coche mejor que el de sus amigos más queridos y basa su idea del bienestar en estar más bien que ellos. Gente vacía, aunque esté llena de dinero o de deudas. En una luminosa página, don Gregorio Marañón hablaba de los deberes de la edad. En su docto criterio el deber de la infancia es la obediencia, el de la juventud la rebeldía, el de la madurez la austeridad y el de la vejez la adaptación. En mi opinión, el primero y el último son obligatorios y no hay más remedio que cumplirlos. Reflexiono sobre las recomendaciones de uno de mis muchos maestros porque en estas fechas hay incluso avaros que se vuelven pródigos. Hay que darse cuenta de la cantidad de cosas prescindibles que se compran. El «look» más glamuroso y la joya más sofisticada. ¿Cómo hemos podido vivir el resto del año sin un perfume, tan decididamente masculino, que hace caer a las mujeres en nuestros brazos?, ¿cómo hemos llevado tanto tiempo en la muñeca un reloj que funciona perfectamente, habiendo en las joyerías uno de esfera negra que dificulta mucho la visión, pero que está cercado de brillantes? Hay que estar muy atentos a las ofertas. En caso contrario corremos el riesgo de ignorar que hay una nueva marca de whisky de pura malta más caro que el que hasta ahora estaba de moda entre los gilipolllas. El riesgo es que muchas personas puedan sentirse desgraciadas si no adquieren, en el caso de que les guste viajar, un pequeño bolso de potro valorado en 2.000 euros o si no pueden asistir a una hogareña cena de Nochebuena en un hotel para degustar, por sólo 285 euros, espuma de Dom Perignon con fresitas del bosque en Capuccino de chocolate .

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