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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL FISCAL general del Estado ha pedido al de la Audiencia Nacional que solicite una pena de alejamiento para los terroristas. La finalidad de la medida es evitar que cuando salgan de la cárcel, si residen en la misma ciudad o en el mismo pueblo, no se reencuentren sus víctimas que se escaparon vivas por los pelos, o con los familiares del que iba para difunto. Por las calles puede verse a mucha gente y por desgracia nuestra única posibilidad de hacer zaping en estos casos es cambiarnos de acera. Según la clasificación que hizo Josep Pla, hay tres grupos: amigos, conocidos y saludados. ¿Qué hacer entonces cuando uno se encuentra con un enemigo? Sería muy hipócrita dedicarle una ligera inclinación de cabeza al que sólo le interesaba su parte posterior, con el propósito de taladrarle la nuca. Tampoco el encuentro debe de resultarle muy grato al terrorista. Por muy bien educado que esté quizá le suponga una situación violenta o al menos algo embarazosa. Parece bastante razonable que el Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas quiera impedir que vuelvan a verse las caras. Se presupone que no se pueden ver ni en pintura. A las víctimas todavía no se les ha pasado el susto y a los verdugos tampoco se les ha pasado el odio, acentuado quizá porque se les reclame el pago de las indemnizaciones. La mutua antipatía puede ser una pasión muy duradera. En ese sentido son bastante optimistas los que se conforman con que la pena de alejamiento tenga una duración de poco más de un año. Para un muerto un año no es nada, ya que tiene todo el tiempo por delante, y para un criminal es muy poco. En caso de homicidio frustrado pueden quedar secuelas por ambas partes, ya que la víctima tendrá dificultades para vivir y el verdugo tendrá reproches de conciencia por no saber matar. Sí. Quienes estén fuera de la cárcel deben estar fuera de la vista de quienes fueron sus objetivos.

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