DESDE LA CORTE
Asaltos a la libertad de información
LA INFORMACIÓN goza de bastante buena salud en España . La libertad de información está sufriendo ataques ante los que hay que rebelarse. Y los periodistas tenemos que rebelarnos con urgencia, antes de que se impongan las tentaciones intervencionistas, por no decir totalitarias, que están asomando. El primer ejemplo, el más clamoroso, ha sido la aprobación por el Parlamento catalán de una Ley Audiovisual que no tiene precedentes en los treinta años de democracia ni en ninguno de los países de nuestro entorno. Vistas las amenazas que contiene, no es una ley; es un instrumento legal que se pone en manos del poder político para ejercer la más brutal de las censuras: la posibilidad de cerrar una emisora de radio o televisión. Con ese fin, la nueva norma establece un cuadro de sanciones por infracciones, lo cual es correcto y es obligación de cualquier gobierno. Pero, al mismo tiempo -y eso es lo peligroso-, establece un marco de atribuciones que se prestan a toda arbitrariedad. Por ejemplo, cuando se autoriza a actuar por difusión de noticias no veraces, por no separar debidamente la información de la opinión o por incitación al odio. El juicio de tales comportamientos queda en manos del Consejo Audiovisual de Cataluña, al margen de los tribunales, y la sanción puede llegar a la suspensión de las emisiones. Asistiremos a casos de justicia ideológica y política. Al tiempo. ¿Es esto constitucional? A mi juicio, no. Pone en manos de un gobierno la capacidad de ahogar una voz, y recordemos que hace sólo unos días la cadena Cope fue llamada «la emisora del odio». No contempla las suficientes garantías jurídicas ni para el profesional ni para el empresario. Pero, sobre todo, revela un afán intervencionista y de coacción censora que la hacen insoportable. No entiendo cómo el Partido Popular se resiste a presentar recurso ante el Tribunal Constitucional. La libertad no sólo está cercada, sino que no encuentra quien la defienda. Dicho eso, hay que añadir que muchos de los contenidos que se emiten tampoco resisten una prueba de la ética. Hay amarillismo a raudales, falta de rigor, partidismo que falsifica la información. Todo eso es lo que legitima y ofrece disculpas a los asaltantes de la libertad. Acaba de ser noticia, por ejemplo, que unos humoristas radiofónicos han imitado la voz de Rodríguez Zapatero y han mantenido una conversación con Evo Morales. Los autores de tal fechoría -porque eso es una fechoría- se habrán divertido mucho y habrán presumido mucho de su hazaña en su círculo de amistades. Pues sepan que eso no es periodismo, ni es ética, ni cabe en un medio informativo creíble. Actitudes así s on las que cargan las armas de los asesinos de la libertad.