Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ESO DE QUE se le pueda cerrar la boca a quienes no opinen exactamente lo mismo que quienes toman esa medida no sólo es grave sino anacrónico. Hay que dejar a la gente que se equivoque y después, con mucha paciencia y algunos argumentos, demostrarle que estaba equivocada. ¿Quién fue el primero que le dijo a un rival político eso de «odio las ideas que usted defiende, pero estoy dispuesto a dar mi vida porque pueda seguir exponiéndolas»? No me acuerdo. Son muchos los políticos de segunda división o de categoría regional que lo han plagiado. No se le puede impedir a alguien que diga lo que piensa o lo que siente, que así como hay una «inteligencia sintiente», hay también una torpeza sintiente. Es estremecedor que la Generalitat anuncie que podrá cerrar una emisora que no da «información veraz». La ley audiovisual catalana da pleno poder a un Consejo nombrado por el tripartito para enmudecer a discrepantes, al mismo tiempo que le tapona los oídos a personas que probablemente discreparían y a otras que por un oído les entra y por otro les sale. Se trata de retroceder a épocas que, si bien se mira y si algo se recuerda, no están tan lejanas. Sí. Aunque sea increíble, puede ser cierto que le impongan una multa de 300.000 euros a una emisora que no se muestre entusiasmada con ciertas iniciativas políticas y acallarla durante un trimestre, para que aprenda. Lo que se llama una profundización en la democracia, que también podría denominarse como el silencio de los corderos. Hay que hacerse dos preguntas: ¿es el pasado que vuelve o es que no se ha ido nunca?

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