Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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LA REVOLUCIÓN doméstica experimentada desde que en España se vivía a base de una dieta mínima de supervivencia, hace apenas cuarenta o cincuenta años, hasta la panorámica de excesos típica de nuestra ahíta sociedad capitalista, en la que impera la cultura del abarrote y el atocinamiento, provoca que casi la mitad de los niños coman con furia de Herodes, transformados en auténticos Fatis. Curiosa paradoja cuando otros millones de críos están muriendo de hambre en el mundo, barbaridad que según la ONU podría evitarse con apenas 28 euros por cabeza. La magnitud totémica alcanzada por nuestros queridos muchachos se debe a muchas razones, empezando por los vulgares productos farináceos y esas chucherías que encabezan su deslumbrante repertorio de diabluras gastronómicas. Pero no sólo es eso, pues llevados por una hambrienta voluntad se comen hasta el lacre de los sobres, desde filetes que casi relinchan hasta empanadillas de ropa vieja, rematando tan suculento festín con el correspondiente bollo-repollo. En definitiva, dos cumplidos platos y postre. Semejante dinámica robótica empeora, naturalmente, con los fastos navideños y sus ramificaciones comestibles, época que trae consigo un comportamiento en los paladares que roza lo patológico. Pequeños y mayores nos lanzamos con ansía de naufrago hacia bombones, polvorones, turrones y otros muchos «ones», no cejando en el empeño hasta que el dulce y alimenticio bolo nos llega a la punta de los¿ esófagos. Todo sea, en fin, por crear esa nueva especie tan del gusto de ultrapatriotas como Rajoy o Aznar: españoles por los dieciséis costados.

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