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TRIBUNA

El edificio «Pallarés»: una semblanza

Publicado por
LUIS GRAU
León

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HACE ya unos cuantos años que el Museo de León felicita el fin y comienzo de año a los lectores de este Diario de León mediante el comentario de alguna obra entre las muy numerosas y singulares custodiadas en su colección estable. Pero 2006 ha de ser un año muy especial. Después de casi cuatro décadas dando tumbos entre opciones que no llegaron a concretarse, este año entrante debe convertirse en el de la instalación y apertura pública del decano de los museos leoneses en su nueva, flamante y definitiva sede: el edificio conocido como «Pallarés». Por ello permítanme escoger la sede del Museo como la última y más decisiva pieza incorporada a ese enorme rompecabezas que, a la postre, es un museo, para ofrecer una sucinta crónica de la futura residencia del museo. El espacio hoy ocupado por el inmueble Pallarés se sitúa en el límite occidental de la ciudad histórica, de hecho, en época romana coincidía con el talud en el que se aupaba el acantonamiento amurallado y de ahí que las excavaciones arqueológicas realizadas (F. Miguel, 1994) se topasen con un pontón de madera que vadeaba las corrientes de agua que, en las crecidas, rodeaban el campamento en muchos de sus flancos. Una estructura de madera que fue una de las primeras datadas en un momento anterior al establecimiento de la Legio VII Gemina. Este espacio extramuros se dedicó muy posiblemente a «huertas del rey « en la edad media y a mercado ganadero o «rastro» desde el siglo XVI, afectado por las insalubres aguas y vertidos que describe la pícara Justina, y fue allanado y desecado, convirtiéndose en pósito municipal y alhóndiga, desde mediado el XVIII, actividad de la que aún se conservan fotografías de cuando León era más una cabecera comarcal que una capital de provincia. Con la radical transformación urbana que sufrió la ciudad a raíz de la puesta en marcha del ensanche decimonónico, el solar del pósito ganadero, además de estar fuera de lugar, adquirió gran valor urbanístico, pasando de marginal a decididamente céntrico. El inmueble conocido como «edificio Pallarés» fue construido en 1922 como almacén y comercio ferretero por el arquitecto Manuel de Cárdenas, y fue el único edificio del ensanche leonés dedicado en exclusiva a una actividad mercantil que, durante cerca de sesenta años, mantuvo, como lo que hoy llamaríamos unos grandes almacenes comerciales, muy apreciados por la población leonesa y favorecidos por su inmejorable ubicación y la singularidad de su arquitectura. La obra de Cárdenas, recientemente objeto de una exposición en el COAL, refleja su carácter transicional entre el historicismo ecléctico y la aplicación de nuevos materiales en un lenguaje cada vez más despojado de aquella estética. La huella de este madrileño afincado en León como arquitecto municipal, diocesano y provincial durante 17 años (1903-1920) es bien notoria en León, gracias a la conservación de varios y significados edificios públicos y privados que componen parte de lo más granado de la arquitectura en la ciudad antes de la guerra civil. Quizás el más conocido sea, por su ubicación, el edificio de Correos en la plaza de la catedral, aunque el Museo de León, curiosamente, ha pasado la última década en otro edificio de Cárdenas, la antigua sede del Banco de España de la calle Sierra-Pambley, cuya construcción en 1903 revela la evolución estilística del arquitecto en los casi veinte años que median con respecto a «Pallarés». Si era aquel banco un inmueble tradicionalista, en lo estructural y en lo formal, en la ferretería de la plaza de Santo Domingo, un solar alargado e independiente obligó a una volumetría distintiva del inmueble, afín a un navío varado en la transición urbana entre el caso histórico leonés (cuya muralla romana dista apenas unos metros) y el ensanche del siglo XIX, ofreciendo una orgullosa fachada acristalada y acceso principal a la plaza más transitada de la ciudad. Aquí Cárdenas utilizó de forma ya moderna el hormigón prefabricado y los acabados en este mismo material que, aunque simularan piedra, aunque hablaran un lenguaje aún antiguo en parte, lo hacían con un tono nuevo, como el inicio de un camino sin retorno. La inmejorable situación del edificio impulsó a la Diputación provincial a su adquisición en los años ochenta, convirtiéndolo en el buque insignia de su política cultural mediante la ubicación del llamado «Salón de las Artes», destinado a actos culturales (conferencias, proyecciones, etcétera.) entre los que la actividad expositiva (preferentemente, pero no sólo, de arte contemporáneo) tuvo especial relevancia. Para explicar parte de ese éxito, si bien no se puede hablar de continuidad de uso, sí debe destacarse el mantenimiento de la costumbre popular que vinculaba «Pallarés» con una amena pausa en el deambular de la ciudadanía por la zona más concurrida de la ciudad. En 1993 la institución provincial se planteó su reforma y ampliación con objeto de convertirlo en un gran Centro de las Artes que dotara de mayor funcionalidad, eficacia y espacio al que ya había quedado obsoleto por la escasa capacidad del edificio y su deterioro. Para ello se recurrió a un arquitecto local (A. Lozano) que planteó una reforma tan radical del inmueble que, en puridad, poco es hoy lo que cabe atribuir a Cárdenas, sobre todo en el interior del edificio y en su fachada principal en semirrotonda. Las obras se ejecutaron con celeridad en una primera fase hasta que un cambio político en la Diputación provincial y el abandono definitivo del proyecto de Centro de Arte provocaron el detenimiento de las mismas durante casi una década. Algo tuvo que ver por entonces la confluencia con la decisión de la Junta de Castilla y León, en estas fechas, de ubicar en León el Centro Regional de Arte Contemporáneo (hoy Musac). En ese momento encajaron nuestras piezas: un contenedor de privilegio sin contenido y un contenido excepcional sin ubicación. Tras una propuesta por parte del Museo en 1997 y distintas deliberaciones y contrapropuestas, el Ministerio de Cultura adquirió «Pallarés» en diciembre de 2001. El equipo del Museo elaboró entonces el proyecto museológico, mientras el mismo arquitecto reformaba parcialmente su anterior proyecto para adaptarlo a las necesidades del Museo y terminar un edificio inacabado. En estos días, tras año y medio de obra, el inmueble está listo para continuar los trabajos con la parte museográfica, adjudicada a la empresa madrileña Empty (bajo la dirección en lo arquitectónico de F. Partearroyo y S. Streck), que habrá de sacar el mayor partido posible a una arquitectura tan lacerada. Contra quienes ven en Pallarés y en el Museo dos historias interminables (que sí lo han sido, qué duda cabe), habrá que decir que, si todo sale como está previsto, la configuración del Museo en su nueva sede se habrá logrado en un tiempo récord, de apenas cuatro años y medio desde que unieron sus destinos. Quizás estaban hechos el uno para el otro. Feliz sea, por tanto, este 2006, con la esperanza de que un poco de esa ventura la aporte, por fin, el Museo que León tiene y merece desde hace más de un siglo y medio.

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