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A SU paso por Madrid, Evo Morales, presidente electo de Bolivia, ha dado una lección de dignidad. Modesta ha sido su vida y modesto es su porte y su hablar. A nadie ofendió con sus palabras. Dijo lo que todos sabemos: que la mayor parte de los bolivianos llevan siglos esperando justicia. En el reparto de las tierras, en la distribución de las riquezas, justicia en la Justicia. Proclamó su admiración por el Che, pero dejó claro que su sueño no necesita de armas. Va a respetar la propiedad pero quiere acabar con el expolio. Que las empresas transnacionales que operan en Bolivia paguen impuestos, ese parece ser el revolucionario programa de Gobierno de este hombre cuya amistad con Chávez y Castro le ha hecho objeto de burla y befa por parte de algunos de los epígonos de la caverna mediática española. Han intentado ridiculizarlo y siguen en esa tarea pese a que algunos dirigen o trabajan en medios que viven de manera vergonzante de la publicidad de empresas que como Repsol-IPF, Endesa, Red Eléctrica Española o Aguas de Barcelona, tienen grandes inversiones en Bolivia. Cuando el jefe de la patronal venezolana se auto proclamó presidente de Venezuela tras el amago de golpe contra Hugo Chávez no les pareció mal. Que Morales haya sido elegido democráticamente en unos comicios avalados por observadores internacionales, lo llevan peor. Tampoco soportan que un indio aymará vaya a ser el presidente de Bolivia. Un indio que nació en un chabola que apenas pudo estudiar y que, desde luego, no tuvo la oportunidad de frecuentar lo colegios de elite en los que se nota que perdieron el tiempo algunos de los que pretenden burlarse de él.

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