Ley y negocio

LA NUEVA ley antitabaco se ha dejado notar en dos aspectos: el elevado número de colillas que se encuentran en las calles, especialmente a las puertas de lugares de trabajo, y los carteles de los bares, donde curiosamente en todos se permite la entrada a los fumadores. Desde el mismo día uno voy por las calles mirando bares y cafeterías, a la espera de encontrar alguno en el que se hayan atrevido a poner que se prohíbe la entrada a los fumadores. Y no es porque tenga nada contra estos, pero es que me llama la atención que en el gremio de la hostelería no se quieran arriesgar a dejar fuera a un sector de la población que todavía anda con el pitillo (lo que realmente tampoco sería correcto, porque los fumadores podrían entrar, pero sin fumar durante el tiempo que estuvieran dentro. Y como, por otra parte, hasta el que enciende un pitillo con otro, se toma a veces diez minutos de descanso, tampoco significaría que no pudiera entrar). Pero, curiosamente, con el cartelito permitiendo la entrada a los fumadores, a los que se veta es a los padres que acuden con niños. Podría aducirse que así se evita que los pequeños se familiaricen también con la bebida, pero es que tampoco van a poder entrar para tomar un bocadillo, un chocolate con churros o un helado. Vamos, que ante un caso de necesidad uno de los padres tendrá que entrar al local y el otro quedarse a la puerta con las criaturas. Me gustaría que los hosteleros que hayan decidido no dejar entrar a fumadores se dieran a conocer. Tal vez cuando los locales de al lado vieran su éxito se lo pensarían dos veces.