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León

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La «dictadura de mis pe lotas» dirige la política en el Ayun tamien to de Soto y Amío. Queda demostrado nuevamente con la obra que afecta a la presa del Molino en Canales. El tubo de PVC ya está a la vista. La máquina depredadora impera triunfante ante los ojos de los que hemos sido ninguneados y pisoteados. Lo triste y paradójico es que utilizan nuestros impuestos para diseñar obras esperpénticas, innecesarias y que además perjudican a muchos. ¿Dónde está el interés público que se presupone? Casi tenemos que agradecer que se hayan contenido en el talado de árboles, porque nos han demostrado muchas veces que en ese Ayuntamiento hay quien no distingue entre la maleza y la mala hierba al nogal, avellano, chopo... Los márgenes del río Luna están siendo embellecidos por una escollera. Cuatro piedras más hubieran servido para canalizar la presa del molino y hubiera sido un aci erto y un ahorro, pero han querido enterrarla, hacerla desaparecer como si se tratara de los «ojos del Guadiana». Cuando a última hora introdujeron esta obra dentro de la denominada «renovación de redes» la bautizaron con el nombre de «encauzamiento de la presa del molino!. Pensamos que el ingeniero diseñador y la Corporación habían rectificado; pero el contenido lingüístico del término «encauzar» por la regla del birli-birloque lo hicieron sinónimo de «entubar»... Así con las cabezas pensantes que integran el Ayuntamiento. Soy un apasionado de la bici y recorro entro otros lugares, mi pueblo. Diseño rutas aún no catalogadas en guía senderista alguna y disfruto por recorrido sin igual. Una ruta discurre por la presa del molino hacia Sotiquín. Turcio... mis dominios! Territorio conquistado en batallas recreadas en los juegos de mi niñez. Entorno natural de los pocos que quedan en mi pueblo. Lugar elegido para el descanso de mis cenizas, que serán acogidas por ese río truchero que fue el río Luna, y se irán depositando en las orillas, agarrándose a las raíces de las mimbres, de los chopos, permitiéndome formar parte de la vida de esa vegetación que recrea mi paraíso particular. Pero resulta que ese deseo de esta Corporación por la modernidad no deja a uno ni hacer planes para el descanso eterno. El ayuntamiento de Soto y Amío donde pone el ojo, allí pone el cemento y ha pensado que sería el colmo del regusto y la modernidad tapar la presa del molino, utilizar un enorme tubo de PVC y sepultarla bajo una gran losa de hormigón. Empiezan a convertir mis dominios en un camposanto de cemento. Siento que medidas como estas, acaben destruyendo el encanto natural de las pocas zonas que nos quedan auténticas en nuestro pueblo. José Luis Ramos (León). Hay agentes de la Polic ía Local de León que actúan antes de pregu ntar y que se arrogan el papel de jueces de una manera despótica y absolutamente injustificada. La sociedad no puede callarse ante estos abusos. Les cuento un suceso totalmente bochornoso que me sucedió el 31 de diciembre pasado a las 18.45. Circulaba con mi coche por la calle Sentiles cuando, al girar hacia la calle La Cepeda, una patrulla de la Policía Local me ordena detenerme y estacionar el vehículo. Me dicen que salga del coche y comienzan a acusarme, de forma enormemente agresiva, de «haber pegado a un hombre de 70 años y de haber sido identificado físicamente como el agresor». Yo, en medio del estupor y no dando crédito a lo que me sucedía, respondo simplemente con la verdad: que acababa de salir de casa y que me disponía a recoger a mi novia. Un agente me insiste en que «no mienta» y, violentamente, me pregunta que quiénes son los dos chicos que en ese momento tenía con él en la acera, a lo que respondo que no tenía ni idea. Porra en mano y en medio de una multitud de curiosos, el agente insiste: «¡Recapacite, recapacite!». Temiendo seriamente ser agredido por el agente, le ofrezco mi documentación varias veces, pese a que el policía se niega a aceptarla. También me prohíbe llamar por teléfono. Al final, y después de mucho insistir, otros agentes cogen mi documentación y se retiran a comprobarla, justo entonces aparece mi novia. Al comprobar la documentación y ver que, efectivamente, me dirigía a recoger a mi pareja, me comentan que han sufrido «un error». Los otros agentes, los que se habían mostrado más agresivos, ni se dignaron a pedir disculpas. Por tener un vehículo de color similar al del verdadero agresor había sido juzgado ¡y sentenciado! como agresor, tratándome como tal. ¿Esta es la gente que debe protegernos? Más bien parecen perdonavidas que actúan con total impunidad y sin hacer caso alguno de la ley, del respeto a la persona, y, lo peor de todo, de la verdad. Diego Gil (León). Jon (Bilbao; debate en www.diariodeleon.es)

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