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León

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LA MUERTE de dos vigilantes y las heridas graves a un tercero provocadas a el pasado lunes en Madrid por un compañero de las víctimas que finalmente se suicidó obliga a realizar, de nuevo, una mínima reflexión sobre la seguridad privada, un sector económico y profesional en alza hoy día que, como parece evidente tras asistir a este dramático suceso, requiere quizá ciertos controles sobreañadidos a los ya establecidos. Buena parte de este personal privado va armado, lo que debería obligar, en primer lugar, a una vigilancia estricta de las condiciones psicológicas de los agentes (en el suceso mencionado, ha sido claro que el causante de la tragedia padecía un fuerte desequilibrio), así como un control periódico y sistemático de su preparación técnica y profesional.

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