Diario de León
Publicado por
ANXO GUERREIRO
León

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SOSTENER que no pasa nada si no hay acuerdo sobre el Estatuto de Cataluña roza la frivolidad política. Cuando la aprobación por el Parlament del nuevo Estatuto y su posterior tramitación por las Cortes Generales ha hecho crujir las cuadernas del bloque político constitucional; cuando la iniciativa estatutaria en vez de consenso ha generado un duro enfrentamiento entre las dos principales fuerzas políticas españolas; cuando por primera vez en 25 años altos mandos militares intervienen en el debate político; cuando surgen por doquier voces que emplazan al Jefe del Estado a sobrepasar sus funciones constitucionales, la afirmación de Zapatero es sorprendente, y no puede sostenerse ni siquiera como estrategia negociadora. No sé si lo mejor para el país sería que el Gobierno tomara la iniciativa, forzando la retirada del texto estatutario por parte de las fuerzas políticas catalanas. Pero sí estoy seguro de que un fracaso en el proceso negociador del Estatuto tendría un alto coste político. En primer lugar, para el presidente del Gobierno. No debe olvidarse que las posiciones de Zapatero y Rajoy sobre esta cuestión han alcanzado tal grado de antagonismo, y la controversia tal nivel de crispación, que no parece aventurado suponer que ambos dirigentes han fiado su futuro político a la suerte que corra finalmente el proyecto estatutario catalán. No serían menores las consecuencias para el PSOE, que vería como se difumina toda su obra social y constataría como aumentan sus divisiones internas al tiempo que pondría en serio peligro el amplio espectro unitario fraguado en el Congreso de los Diputados en torno a su proyecto político. Muy probablemente los socios del Gobierno le retirarían su apoyo y el adelanto electoral se produciría en las peores condiciones imaginables para el PSOE. Sin perder de vista que un fracaso del Estatuto puede producir un distanciamiento político y emocional entre Cataluña y España de consecuencias tan imprevisibles como indeseables. No más halagüeño se presenta el panorama para las fuerzas que sustentan al tripartito catalán. Si se vieran forzadas a retirar el texto estatutario asistirían al desvanecimiento de su proyecto estrella. En tales circunstancias, y pese al escaso margen de maniobra de que disponen ambas partes, estoy convencido de que finalmente se cerrará un acuerdo razonable sobre el Estatuto. Así pues, tal vez convendría recordarles a los responsables de este proceso la frase que Jesucristo pronunció ante sus jueces, cuando éstos estaban enfrascados en la discusión de su premeditada sentencia: «Lo que tengáis que hacer, hacedlo pronto».

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