Ventolera

DE UN TIEMPO a esta parte que nos toca vivir, no sé qué pasa, pero todas las páginas del periódico nuestro de cada día (dánosle hoy) parecen páginas de sucesos. Hay que estar informados, pero no debe ser obligatorio mancharse de sangre al pasar las páginas. Siempre ha habido discípulos aventajados de Jak El Destripador y destripaterrones, alumnos de Pascual Duarte, peritos en crímenes agropecuarios, pero lo de ahora es distinto. Quien encuentre un trocito de la diaria tipografía que no le produzca un sobresalto debe ser recompensado. Hemos batido la plusmarca navideña de muertos en carretera, hay opas furibundas y puñaladas como opas. Hay declaraciones, provocaciones, tensiones, crecientes manías centrífugas y un ejército vigilando los colegios para que los párvulos no consuman drogas y pasen del pupitre al ataúd. Toquemos madera. Un viento de locura se ha colado por todas las rendijas de la vida española, quizá porque llevaba mucho tiempo sin ventilar. Me pregunto si una colectividad puede enloquecer, del mismo modo que puede perder la razón una persona. Se ha dicho que la locura puede provenir de un exceso de introspección, pero esa teoría no es válida para nuestros políticos. Dijo Samuel Beckett que todos nacemos locos y una gran mayoría de personas continúan así toda la vida. Alguien ha tenido un mal momento y le ha asestado 75 puñaladas a una persona que le caía antipática. Más que un crimen ha sido una sesión de gimnasia. Un vigilante mató a dos compañeros de trabajo: a un conductor le han pegado once tiros porque su coche chocó con una niña, aunque no le hizo nada. Mucho valium para todos.