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Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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HACE MUCHOS años, el humorista Forges publicó una memorable viñeta en la que dos españoles dialogaban sobre la situación. Uno decía: «Si la estadística oficial no miente...». Y el otro contestaba con una sola palabra: «Miente». Pues eso, la estadística oficial asegura que los datos económicos del año que acaba de finalizar son excelentes, mas ¡oh paradoja!, al sufrido español de a pie le cuesta cada vez más hacer frente a la vida. Muchos confiesan que ya salen únicamente la primera semana del mes: cuatro días seguidos y pare usted de contar hasta el siguiente. Otros muchos llegan raspando a finales de mes, cuando no utilizando el crédito de su tarjeta, que augura números rojos en la cuenta y deudas que nunca se llegan a enjugar. La subida de las hipotecas -ya las hay hasta de cincuenta años- se une a las del gas, los combustibles y la misma cesta de la compra. De modo y manera que, frente a un índice de inflación de precios del 3% que era el objetivo confesado por el gobierno, nos hemos puesto en un alza real que ronda el 10% en su estimación más baja. Uno se pregunta para qué sirve hacer previsiones que luego no se verán cumplidas ni de lejos. Y la respuesta es un puro mosqueo: porque tal previsión es la que marca el incremento salarial. Pero claro, si la vida sube el 10% y los salarios suben el 3%, a uno le hacen un 7% más pobre que el año anterior. Ya se sabe que Aznar no rebosaba precisamente simpatía, pero sabía administrar: recibió una Seguridad Social en quiebra y la saneó. Exigió el déficit cero y lo cumplió. Y nunca subió la vida por encima del 4%. Como no me duelen prendas, hay que señalar que con Aznar subían los sueldos un 2% y la vida algo más del 3%, de manera que también había un empobrecimiento del 1% al año, pero del 1% de Aznar al 7% de Zapatero va una diferencia abismal, que no puede ni debe ocultarse por mucho que traten de desviar a la opinión pública de lo que cuesta vivir, que es el gran problema para casi todos. Hay que resaltar, en esta línea de ocultamiento, que la ley polémica contra el tabaco ha entrado en vigor al mismo tiempo que se han conocido las cifras del aumento del coste de la vida. A esto se llama, en política, «vender la burra». Pues como se dice en León: «Que dejen ya de contar milongas». Si a ello unimos que ahora los jóvenes se independizan cada vez más tarde, la cosa no está como para tirar cohetes. Estudian hoy hasta una edad mayor que en la generación de sus padres. El Estado de bienestar les ha hecho a los padres hiperprotectores con los hijos, que disfrutan en la casa paterna de casi todas las ventajas de la vida independiente, pero no sufren casi ninguno de sus inconvenientes. Claro está que de esto tenemos gran culpa los padres, que hemos relajado la severa disciplina de «a las diez en casa» de antaño. Pero también los gobernantes que diseñan estudios que acaban cada vez más tarde, con lo que se enmascaran las cifras de jóvenes en busca del primer empleo. Estamos ya en la cuesta abajo. El gobierno no tiene intención, ciencia ni medios para cambiar las cosas. Y contra lo que creen sus asesores, el rechazo a Zapatero crece cada día. En León, sin ir más lejos. Y entre sus votantes.

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