Tenemos un plan

EL QUE MÁS y el que menos, tiene un plan. Tony Blair, por ejemplo, tiene uno contra el gamberrismo de tal forma que, un suponer, si usted se pasa con el volumen de la tele y molesta al vecino, puede llegar a ser expulsado de su domicilio. El gobierno francés tiene otro contra la barbarie callejera, basado en que está muy feo quemar coches, se supone que ajenos, y en multar al padre que deje las cerillas al alcance de su hijo. Ponferrada también tiene un plan, en este caso de urbanismo, guardado en unos «cedés» que en estos días se han colocado en el número uno de ventas del «top manta» y han agotado en la ciudad los recambios de cartuchos de impresora. Del plan se habla -menos de lo que muchos creen, más de lo que otros sospechan- y a él nos remitimos en bares, en plataformas a la caza de local público protegido por algún papista, en tertulias de café con o sin humo. Y el plan genera -siempre- su propia dinámica que, básicamente, se dibuja en un grupo «pro», otro «anti» y un tercero, creo que mayoritario, subdividido a su vez en los «no sabe/no contesta» y los «qué se sabe de lo mío». Todo ello con estética «dogma», cámara en mano y fotografía de peli porno barata. Un plan también genera alianzas entre contrarios naturales y conjuraciones entre afines ocasionales. Las primeras suelen ser coyunturales; en cambio las segundas..., también. Los que aún no tenemos el cedé del plan ni lo encontramos en el «emule» nos conformamos con seguir el asunto por los papeles y atender a los que ya han oído el disco, pero claro, eso es como escuchar Thriller a La terremoto de Alcorcón : acaba uno seriamente impresiona