DESDE LA CORTE
Los desafíos de Feijóo
ME IMAGINO a Alberto Núñez Feijóo, el triunfador del congreso del PP de Galicia. Ayer se habrá sentado en su despacho, con la sensación de alivio que deja el final de una batalla donde ha ganado voto a voto. Habrá mirado la mesa y los papeles, habrá sentido la soledad del manager y se habrá preguntado: «¿por dónde empiezo?» Quizá por responder las llamadas de felicitación, quizá por contestar a quienes le acusaban de ser la derecha dura, quizá por una llamada de afecto a Fraga, quizá por digerir las crónicas de recibimiento. Pero era el triunfador: 96 por ciento. Hace meses, cuando Cuiña todavía se hacía ilusiones con las promesas de Fraga, antes del gran desengaño, Núñez Feijóo hubiera firmado un resultado peor. Ahora la única oposición interna se reduce a un puñado de votos en blanco, pero nadie le hace sombra. Tiene todo el viento a favor: partido unido, división entre boinas y birretes superada, imagen de modernidad, aureola personal de eficacia y una herencia electoral importante. Ya todo depende de él, con un calendario cómodo: tres años para asentar su liderazgo, desde una oposición rigurosa, pero sensata. Miento. Antes, las municipales: ¡otra vez a trabajar voto a voto! El PP controla la mayoría del poder local; pero, en 50 de sus municipios, con un solo concejal sobre la mayoría absoluta. Uno solo, escasa renta cuando no tienen con quién pactar. Un mínimo vuelco podría significar una gran derrota. Y al mismo tiempo, revalorizar la marca. La gente le va a pedir renovación, pero la renovación es una flor delicada. El PP de Galicia quizá tenga que perder lastre de Fraga, como le ocurre al PP nacional con Aznar; pero Fraga es su patrimonio, y la militancia es fraguista. El «nuevo» PP tiene discurso de modernidad urbana, pero hay un entramado de partido e intereses que no se puede borrar. Y el PP tiene que seguir integrando a la derecha civilizada, a la extrema derecha y el centro, y eso no permite aventuras. Pero en Galicia, además, Núñez Feijóo se enfrenta a la necesidad de hacer un partido galleguista. Así lo dijo en su discurso, y así tiene que ser, si quiere sobrevivir. ¿Y cómo se hace galleguismo desde un partido que se desgañita avisando de la ruptura de España? Fraga lo consiguió a base de populismo y conexión con la Galicia de la exaltación gastronómica y el fervor por la gaita. El de Núñez Feijóo tendrá que ser un galleguismo de contenidos, más que de raíces y fiestas. Pero, incluso visto desde fuera de Galicia, vale la pena la experiencia. Si lo consigue, le hará un servicio a la derecha estatal: mostrarle cómo se pueden reivindicar aspiraciones y fueros sin que salte automáticamente el grito dramático de que se desintegra la nación.