CRÓNICAS BERCIANAS
La «clasificaberración» minera
LA CORPORACIÓN para el Desarrollo del Bierzo presentó la semana pasada un notable volumen en el que su autor, Domingo Carrasco, ofrece un cierto halo de optimismo sobre la economía comarcal, que no acerca de su nivel de desarrollo sostenible en relación con la atención social o el medio ambiente. Fue apenas unas horas antes de que algunos de los políticos y representantes municipales más significados del Bierzo despertaran de su letargo y conocieran la clasificación que han cerrado el Ministerio de Industria y los sindicatos y que regulará la concesión de ayudas empresariales del Plan del Carbón. La catalogación que ha trascendido y que relega a Ponferrada y a núcleos de la relevancia de Camponaraya, Cabañas o Cubillos al furgón de cola en la percepción de subvenciones es un puñetazo en los pulmones que, pese a quien pese, insuflan buena parte del oxígeno que otorga cierto aire saludable a la economía comarcana. La aprobación del listado, diseñado por un geógrafo, es un despropósito en lo que toca a la ayuda que puede llevarse un industrial que desee invertir y crear empleo en el Bierzo. La catalogación sólo resulta natural si lo que se persigue es evitar que ayuntamientos como Ponferrada puedan realizar obras públicas particulares a costa del Plan, que no otras de interés general como la del campus. Pero no admite la más mínima benevolencia con sus suscriptores si es que aún piensan que recortando los subsidios de reactivación industrial a Ponferrada a Camponaraya a Toral o a Cubillos se puede favorecer a Tremor, a Lillo o a Berlanga. No hace falta ser un gran estudioso, sino un simple observador de la realidad comarcal, para aventurar que la medida resultará un fracaso. Ni un emprendedor con dos dedos de frente va a meter un euro en esos recovecos de las cuencas, que en cambio se merecen una discriminación positiva absoluta a la hora de copar los fondos para servicios e infraestructuras. Los sindicatos están legitimados para negociar el Plan del Carbón en la mayoría de sus vertientes. Pero no acreditan ser los más capacitados para sellar acuerdos como los que atañen a la diversificación. Con todo, no serán los únicos culpables, junto al ministerio, de este dislate. Como administrados debemos preguntarnos por qué los alcaldes de Acom, como malos colegiales, no se han molestado en poner pegas hasta última hora o de presentar alternativas. Y luego, por qué la Junta no la pía cuando está invirtiendo 5.000 millones de las viejas pesetas en el macropolígono de Cubillos, y resulta que éste -al que el propio Zapatero bendijo con su visita- no percibirá el tope de los incentivos. Pero no caben discursos partidistas. Urge una coalición política en torno al S.C. -Sentido Común- para exigir una rectificación. Mientras oteo las chimeneas de Compostilla recortándose entre las ubres del castro de Columbrianos, un hongo de C02 ensombrece el Toralín. Tras el estadio flota el espejismo de la mayor escombrera urbana del país, y la memoria me devuelve el rostro negro de mi padre regresando de los lavaderos de MSP... «¡Pero qué sabrá Ponferrada de carbón!»