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Publicado por
ENRIQUE CIMAS
León

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Hace una eternidad, es decir, veinticinco o treinta años, los colectivos gremiales, colegios profesionales y asociaciones laborales diversas, montaban sus fiestas patronales con el mejor ánimo de confraternizar. Por lo general el festejo daba comienzo con la misa al santo de particular patronazgo, y con asistencia de personalidades y representaciones varias. En bastantes casos se organizaba un vino español para obsequiar a los invitados de mayor compromiso, o mejor conveniencia del gremio organizador; concluyendo la celebración con la tradicional comida de hermandad. Los periodistas de esta provincia, y desde luego los de León, no fuimos ajenos a tan acrisoladas costumbres. Aunque a la misa íbamos pocos y pocas, al «lunch» algunos más, y a la comida pssihhh, psahhh¿, no era escasa la participación, pero tampoco para echar cohetes. El buen amigo y recordado ex-presidente de la Asociación de la Prensa leonesa, Manolo Valdés, hizo durante años lo posible y lo imposible por reunir a los profesionales de la información impresa en una jornada de camaradería y resquemores caídos , consiguiéndolo¿ de aquella manera. (En el presente ya no se hace casi ninguna mención a San Francisco de Sales; como no sean, claro, los mementos de la misa y mis cadañales artículos más o menos diluidos en la indiferencia compañeril). Finalmente, un almuerzo de parcial asistencia y buena intención, cerraba el programa conmemorativo. Nos hemos cargado todo lo que huela a altares y a referencias hagiográficas de ejemplarizantes biografías. Que un setenta por ciento de entre nosotros no sepa quién fue, y qué significó -en su vertiente periodística- San Francisco de Sales, ¡qué más da!, cuando en las leyes se está dando por conclusa la etapa de hablar de Dios y de «sus cosas»¿ Hemos llegado, ha llegado la sociedad, al paradójico esperpento de festejar esas «cosas» originadas en Él, y contempladas en la Historia universal, desconociendo el porqué de su celebración en nuestros días. Me parece un despropósito que siendo, como son, grandes fiestas la Natividad del Señor, 25 de diciembre; la Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de enero; San José, 19 de marzo, y el Viernes Santo la crucifixión y muerte del Señor, que siendo eso así, insisto, no se sepa (por amplios sectores sociales, principalmente de niños y jóvenes) cómo y para qué nació Jesucristo; o la altísima misión que, al lado de su Hijo, les cupo a la Virgen María y a San José¿ No, no estoy hablando exclusivamente de creencias, sino también de conocimientos básicos sobre la historia y la formación moral, e identidad cristiana, del hombre sobre la faz de la Tierra. Como -por extender el ejemplo- me refiero, igualmente, a la necesidad de que los ciudadanos, dentro de un orden temporal y cívico de aconteceres, deban conocer algo -pongamos por caso- sobre los «materiales» éticos y políticos en la génesis de la Constitución, la nuestra; aprobada en octubre de 1978 por unas Cortes especiales, o constituyentes, y refrendada por la inmensa mayoría del pueblo español. O a las razones que dieron lugar a que el 1 de Mayo se celebre la Fiesta del Trabajo; sus esencias reivindicativas y/o sus antecedentes dramáticos, desconocidos por mucha gente¿ Volviendo a San Francisco de Sales, protector de los periodistas, bueno será recordar alguna de las líneas maestras que configuraron la personalidad del santo. Fue designado patrón de los informadores de letra impresa hace 83 años, porque entre los muchos aspectos positivos y enriquecedores de la biografía de este santo, figuraba su condición de escritor permanentemente activo. Y durante muchos años no solamente activo, sino con regularidad periódica y dedicación integral en la materialización de sus «hojas». Él hizo, en efecto, escritos combatiendo las herejías calvinistas, en particular en la diócesis de Ginebra. Pero no limitándose a lo intelectual, es decir, a la creación de los textos; también juntando los pliegos de aquellos papeles, a los que pegaba, o cosía y, posteriormente, repartía calle por calle, casa por casa. Así rescató a muchas almas del error herético. Gozó de excelente fama de hombre bueno y pacífico. Su lema «Todo por amor, nada por la fuerza», justifica sobradamente lo acertado de la frase. Tenía, no obstante, un carácter muy firme y entero. Sus mejillas -bíblicamente hablando- soportaron la acometida de muchos enemigos de Dios; pero un día se plantó y, como no le quedaban más mejillas, puso en ridículo a unos ocasionales matones. El episodio tuvo lugar en París, en cuya ciudad estudiaba Humanidades (ya entonces con prestigio de líder de la Causa de Cristo, y al servicio de los más necesitados) descollando, asimismo, como intelectual riguroso de la Universidad. El caso fue que cuatro miembros de su Facultad, que habían pretendido insistentemente ganarlo para sus francachelas, le salieron al paso una noche y, con sus espadas, pretendieron darle una lección de esgrima y de «valentía». Francisco los desarmó con rapidez y destreza, perdonando su mala acción, pero dejando clara su capacidad de reacción: «Agradeced, dijo, que soy creyente y por eso no os hiero ni hago mal alguno». Nuestro santo se había comportado haciendo honor a otro de sus lemas: «Sé paciente con todo el mundo, pero sobre todo contigo mismo»¿ A él, Francisco de Sales, santo, fundador de congregaciones, doctor de la Iglesia y patrón nuestro, fervorosamente le pido, para mi querida profesión, serenidad de juicio para discernir lo importante de lo que no lo sea; ponderación en el adjetivo; autenticidad en el mensaje redactado; ausencia de prejuicio, y entereza en el mantenimiento de la verdad. Finalmente, reconocimiento del personal error, si lo hubiere, en la traslación de alguna noticia. Bajan las aguas revueltas y asoman negativos presagios; no solamente exógenos, sino -por qué no reconocerlo- de dentro del oficio. Veamos, en noviembre de 1993 la FAPE (Federación española de periodistas) aprobó su Código Deontológico. Años después, o lo que es igual, ahora, la ética del periodismo sigue preocupando a la profesión. Incluso en la forma definitiva del correspondiente Estatuto. Y nosotros aquí, tal vez mirando hacia la nada, abocados a enfrentarnos a los vaivenes que pudieran producirse. De una parte, con la puesta en escena de un Consejo Audiovisual del Estado (CAE) del que se advierte que no será «operativo» (¿entonces, para qué se creó?); y de otro lado, funcionando ya -éste sí- el CAC del noreste¿ El arzobispo Migliore, en representación de la Santa Sede, ha dicho en la Asamblea General de la ONU: «Es de suma urgencia asumir medidas en todo el mundo para avanzar en el logro del pleno derecho a la información en la vida de todas las sociedades democráticas e instituciones, ya que el ejercicio de la libertad de comunicación no debe depender de riqueza, o poder político. El derecho a comunicarse es el derecho de todos» (¿). Y buen día de fiesta a mis estimados compañeros.

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