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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SEIS HORAS estuvieron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de CiU, Artur Mas, intercambiando ideas, más bien ideologías, hasta alcanzar poco antes de la hora bruja de la medianoche del pasado domingo «un acuerdo global» sobre la reforma del Estatuto de autonomía catalán, últimamente tan atacado y también tan atascado. Ojalá no se pinche el globo de ese acuerdo global y puedan dedicarse, por fin, a los asuntos que de verdad le importan al noventa y tantos por ciento de los contribuyentes, pero hay que reconocer que ambos interlocutores tienen mucho mérito. Con la de cosas que pueden hacerse cuando se aproximan las doce de la noche, ellos han estado hablando el uno con el otro. En vez de irse a dormir por separado, o en vez de quedarse leyendo hasta que el día entre en las lámparas, se han dedicado a procurar que al otro le entraran en la cabeza sus respectivas propuestas. ¿A cuál debemos reconocerle un mérito mayor? Hablar durante seis horas con el señor Mas tiene que tener castañas, pero también debe de ser algo tremendo hablar durante idéntico tiempo con el señor presidente, Rodríguez Zapatero. Habría que contar las espinas de la corona del martirio y repartirlas equitativamente entre los dos. Todo sea por sus patrias, que por fortuna son la misma. Quizá su mutuo sacrificio no sería tan digno de nuestra gratitud si fuesen amigos. El filósofo y escritor Eugenio D'Ors, que fue paisano de ambos, decía que así como la amistad es una ciencia exacta, la conversación es una de las bellas artes. Por desgracia, ellos, que nunca serán buenos amigos, tampoco son buenos conversadores. Cada uno va a lo suyo, en vez de ir a lo nuestro, pero esta circunstancia no debe impedirnos apreciar en todo su valor el largo mal rato que han pasado juntos. No es cierto que los políticos lo pasen muy bien: eso sólo ocurre en las fotografías.

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