EL RINCÓN
Una sola palabra
A ESTAS horas, si Dios quiere, el arzobispo yanqui William Levada, sucesor de Joseph Ratzinger como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya habrá presentado la primera encíclica de Benedicto XVI. El nuevo Pastor de la Iglesia es también un intelectual de primer rango que podría haberse adentrado en hondas disquisiciones filosóficas y teológicas, pero ha preferido hablar de amor. Quiere devolver a esta insondable palabra «su esplendor original». Examinarse de amor, que decía San Juan de la Cruz, asignatura clave del mundo, ya que es la única que puede cambiarlo. «¿Cómo serías tú sin amor?», se preguntó un poeta. ¿Cómo sería el mundo con amor?, podemos preguntarnos todos. Si es cierto que el hombre ha sido creado para amar, ha y que reconocer que son muchos los que incumplen su destino. El rumbo del planeta desde que la Prehistoria es Prehistoria confirma que aquí siempre ha habido desavenencias, injusticias y egoísmos. ¿Será porque los seres humanos sufrimos algún error de diseño? Quizá intervenga también el hecho de que la práctica del amor cristiano es muy dificultosa. Se puede amar a algunas personas más que a uno mismo, pero no se puede amar a todos como a uno mismo. ¿Quién de nosotros conoce a alguien que prefiera que le toque el bonoloto a ese prójimo, que se ha cruzado con él en la acera, antes que resultar personalmente agraciado? Dice Woody Allen que las dos palabras más hermosas no son «te quiero», sino «es benigno». No sé. Sé que es estupendo que el Papa hable de amor en su primera encíclica. Del amor sólo venían hablando dos clases de personas: los poetas malos y los poetas buenos.