Dolor gratuito

PARIRÁS CON DOLOR. Y apretarás los dientes con rabia e impotencia porque tu dolor le es indiferente a muchos. Esa maldición bíblica y mundana debió estremecer a las mujeres que dieron a luz en diciembre y enero en un hospital asturiano, donde el traslado de un anestesista y un accidente del otro dejaron al centro sin profesionales que paliaran su sufrimiento. La denuncia acabó, ya solucionado el asunto de fondo, en batalla política. Pero nada se dijo del dolor inútil y gratuito de las madres que se vieron privadas del alivio que la ciencia ha alumbrado para ellas (tarde, como suele pasar en los sufrimientos que se consideran socialmente asumibles). Resulta inconcebible pensar que un dentista se pase dos meses haciendo empastes y extracciones a pelo, indiferente al padecimiento de sus pacientes (que por algo se llaman así), porque se le ha terminado la anestesia y se retrasa el reparto. Pondríamos el grito en el cielo si el dolor de un deportista no se paliara de inmediato cuando el músculo cede al esfuerzo. Nos movilizamos en sensibilizada masa para pedir que se aturda a los cerdos y vacas antes de darles matarile, que una cosa es que mueran y otra que sufran (fallecimiento sin dignidad, sería para los defensores del universo animal). Pero no pasa nada porque unas docenas de madres paran sin epidural que las alivie. Las sensibilidades y las dignidades pasan a un segundo o décimo segundo plano porque alumbrar con dolor es cosa lógica. Los sacamuelas son asunto doloroso del pasado. Los partos a gritos doloroso asunto del presente.