Diario de León
Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

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AHORA los sabemos. El Gobierno ha demostrado en la negociación estatutaria catalana al menos una habilidad: centrarla en lo que más le interesaba. Porque no es verdad, como se nos ha querido hacer creer, que nación y financiación fueran los centros neurálgicos del proyecto de Estatuto. No señor: su clave de arco es la bilateralidad, que concibe a España y a Cataluña como dos entes de igual rango que deben negociar de forma paritaria, en comisiones bilaterales, todas las grandes decisiones del Estado central que afectan al territorio catalán. Es cierto que ese territorio no se definirá ya como nación, pero sólo los ingenuos se creerán que CiU y ERC no van a utilizar más pronto que tarde el reconocimiento por parte de las Cortes de que Cataluña se siente u na nación para seg uir, erre que erre, con que su país es diferente y con que deben reconocerse sus derechos nacionales: Carod ya lo ha anunciado. Es nada más cuestión de tiempo. Como es cuestión de tiempo que los porcentajes que ahora se acepta transferir de IRPF, IVA e Impuestos especiales se consideren por los nacionalistas como un capital amortizado, lo que les animará a pasar a la siguiente fase de la reivindicación: ya lo ha avisado Durán Lleida. Y como es, en fin, cuestión de tiempo -de muy poco- que la agencia tributaria consorciada que se acuerda crear en Cataluña se convierta en una agencia tributaria catalana: Artur más ya lo ha exigido. Pero, entre tanto, los nacionalistas se han alzado con el santo y la limosna, pues han conseguido, en los oscuros tratos realizados a espaldas de las Cortes, que no se toque la pieza esencial de un diseño confederal que concibe a Cataluña como una unidad política que se sentará a negociar de tú a tú con el Estado todo lo que afecte a sus propios intereses, intereses que definirá siempre, a conveniencia, el Gobierno catalán. «Suavemente me matas con tu canción», susurraba Roberta Flack. Emulando a la Flack, el canto del cisne del Estado que supone el Estatut debería titularse «Suavemente me matas con tu nación». Pues esto se ha acordado: dar un suave paso de gigante, no para acomodar a Cataluña, sino para ponerla en la recta final de sus reivindicaciones nacionales. Lejos de haberse resuelto un problema nacional, se han abierto de par en par las puertas que con gran esfuerzo casi habíamos cerrado. Y a todo ello con las Cortes como testigos mudos de lo que se le dará ya cocinado, en un ejemplo más de que los partidos han decidido que las instituciones sólo están para ratificar lo que ellos acuerdan al servicio de sus particulares y cambiantes intereses.

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