DESDE LA CORTE
Hay otra España
ANTES de ponerse a escribir esta crónica, el comentarista ha almorzado con un miembro del gobierno Zapatero. Y salió reconfortado (el comentarista) porque ha podido comprobar que, como últimamente se dice, «hay vida más allá del Estatut». Incluso con un ministro se puede hablar de otras cosas. Es más: el Estatut, la alianza con CiU, la oposición del PP, el «no» de Carod-Rovira, la irrespirable situación política, ocupan una mínima parte de la conversación. Los ministros transmiten la sensación de que ésas no son sus guerras y no se dejan atrapar por las redes de la discusión externa. Eso puede tener una lectura negativa: no hay debate en el seno del gobierno. Pero también positiva: la crisis actual no paraliza su actividad. ¿Y cómo se ve el patio español desde las alturas? Con más optimismo del que se desprende de las conversaciones que mantenemos los ciudadanos. Si un ministro mira hacia el 2.005, encuentra datos que anuncian solidez económica, como la inversión en bienes de equipo, que ha subido un 11 por ciento. Si se detiene en el presente, anota que hay más oferta de puestos de trabajo que demanda. Y, si mira al futuro, ve cinco o seis años de crecimiento económico superior a la media europea. Eso se piensa desde el gobierno. Si les traslado a ustedes estas pinceladas sueltas, extraídas de una conversación larga, es porque creo que puede resultar de su interés saber cómo se anda de ánimos por arriba. También como escape, porque todos corremos el riesgo de quedarnos atrapados en la trifulca de los partidos. Y, sobre todo, para dejar constancia de que, aunque lo diga un ministro, hay otra España: una España dinámica que trabaja, crea y produce al margen del griterío; un país que desarrolla sus empresas, busca mercados y se equipa tecnológicamente; una sociedad sobre la que caen las polémicas de sus dirigentes, pero sus problemas acuciantes y reales son el precio de la vivienda, la precariedad en el empleo, la sequía o los precios descontrolados. Esa España, ese país, esa sociedad ¡qué poco tiempo ocupan en los escenarios de debate! Es como si fueran una corriente subterránea que circula por debajo de la orgía de las palabras. Les dedicamos, con toda probabilidad, menos espacio periodístico que a un teniente coronel Tejero que reaparece; menos que a un artista de segunda que se caga en España en un espacio de televisión; mucho menos que a una alocución sobre el Estado confederal, aunque muchos no sepan qué significa. Al escuchar a los ministros que sólo se dedican a su ámbito de competencia y ver los datos de dinamismo social, dan ganas de coger un megáfono y ponerse ante las sedes de los partidos, de todos, y decirles: no lo estropeéis, por favor.