Una receta imposible

CUENTA una amiga que en su pueblo se comía por san Antón alubias blancas con pata de cerdo. Por el sobrenombre de «patero» se le conoce al santo que protege a los animales en las tierras ribereñas del Esla. También era obligación, más que costumbre, comer a diario caldo en La Cabrera o sopas de ajo para cenar en la mitad de la provincia, que la gastronomía también tiene su geografía. Hoy se tratan de rescatar las recetas tradicionales, como leyendas gustativas y olfativas de antaño y el patrimonio gastronómico es ya un sabroso gancho para captar los apetitos ociosos del fin de semana y del exotismo rural. Pero a nadie se le ocurre obligar a la población a comer pata de cerdo con alubias el día de San Antón o cocido el resto de los días del año. Y si los manteles de casa volvieran a disfrutar con mayor asiduidad de estos manjares se habría recuperado no sólo una riqueza culinaria, sino también el espíritu con el que se cocinaba que era el de celebrar y, casi siempre compartir. Ahora todo plato es un negocio. León asiste con retraso al deslumbramiento de la cultura tradicional, cuando se ha arrasado con casi todo. Junto al sarpullido de tradiciones que salpican las ferias, se pretende recuperar una receta imposible: el leonés. Y hay instituciones serias, como la Diputación, que se atreven a dar cursos de «leonés» en un afán de arrebatar parcelas al leonesismo. Acabarán por imponer traje regional (¡?) como vestido obligado en los plenos, mientras el concejo abierto muere con cada habitante que pierden los pueblos.