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Publicado por
CARLOS G. REIGOSA
León

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ESCRIBÍ a principios de diciembre que lo que estaba alejando a Zapatero de Esquerra Republicana de Cataluña no eran «las presiones y chantajes del PP», como sostenía el secretario general de ERC, Joan Puigcercós, sino las bravatas y dislates de Carod Rovira y compañía. Y añadía que el hartazgo de Zapatero estaba justificado y debería tener consecuencias. Ignoro si fue por las razones que expuse entonces o si ha sido por otras nuevas, pero la realidad es que esas consecuencias han saltado a la vista, y las ha expuesto con claridad meridiana el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, tras la reunión de la Comisión Permanente socialista del lunes. «Si el tripartito ha hecho del proceso de reforma de su Estatuto la prioridad de su acción -dijo Blanco-, no entenderíamos cómo una formación que integra ese tripartito, compartiendo el principal objetivo que se había definido para involucrarse en ese Gobierno, pueda pensar en seguir en él tras haber considerado un fracaso su prioridad política». Es difícil decirlo más claro o con más sólida argumentación. Y desde entonces hemos podido ver cómo, por fin, ERC se ha tomado una advertencia en serio. Porque esta vez va en serio, como ha escenificado inequívocamente el acuerdo entre Mas y Zapatero. Un acuerdo que temía ERC, pero frente al que no se previno como debía, convencida de que todo el monte era orégano y de que sus excesos verbales salían gratis. No era así. Porque si algún día se hace balance de la crispación política reciente, se descubrirá que la contribución de ERC (aparentemente consentida por el PSOE) ha sido notable y excesiva. Bastaría con traer a colación algunas sonadas declaraciones de Carod o de Puigcercós para ver a qué alturas montareces se remontaron. Para descubrir ahora que estaban en Babia. Yo, no sólo no lamento esa distancia entre el PSOE y ERC, sino que la celebro. Creo que el comportamiento de CiU ha sidomenos estrafalario y más sutil que el de ERC, y ha demostrado un sentido de Estado (español, claro) que los carodes jamás han acreditado. Por eso quizá hemos llegado adónde estamos, y creo que es para mejor.