DESDE LA CORTE
Fungairiño: una pieza para negociar con ETA
PODRÁ ser más conservador que Cánovas, Maeztu y el cardenal Gomá juntos. Podrá dejar a su izquierda a Fraga y Aznar, también juntos. Podrá reprochársele que alguna vez entendió, casi justificó, las dictaduras de Argentina y Chile. Lo que nadie podrá negar a Eduardo Fungairiño es que es un enorme fiscal. Y además, un hombre íntegro. Convencido y hasta desafiante en sus ideas, pero íntegro. Y valiente: fue capaz de presentar una querella contra Garzón; propuso penas nunca vistas contra los responsables de aquel envenenamiento colectivo de la colza; fue el rigor de la ley contra terroristas, pese a estar en todas las listas de objetivos de ETA. Por eso, su marcha como Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional es mucho más que un episodio personal. Oficialmente, se ha presentado como una dimisión. Este cronista, con los debidos respetos, no lo cree. Un hombre que, como Fungairiño, se emociona tanto al despedirse de los funcionarios; que provoca llantos de compañeros de trabajo y a él mismo se le escapa una lágrima; que había logrado el respeto de magistrados y fiscales después de una polémica designación; que se muestra satisfecho de su trabajo; ese hombre, digo, tiene que tener algo más que las «razones personales» aducidas para dejar su cargo. Mis preguntas, planteadas desde el análisis y no desd e la sospecha, son las siguientes: ¿eran buenas sus relaciones con el Fiscal General del Estado, Cándido Conde-Pumpido? La respuesta es clara: no. ¿Es Fungairiño el hombre para afrontar la vertiente judicial de un proceso de negociación con ETA? Más claramente todavía: no. ¿Aceptaría un hombre como Fungairiño una labor fiscal tendente, para entendernos, a la «vista gorda» ante los presos etarras, en el supuesto de una negociación política? Tampoco. ¿Estaría dispuesto el señor Fungairiño a dulcificar las calificaciones fiscales en algunos de los sumarios ahora mismo abiertos? Por lo que sabemos e intuimos, menos todavía. Sumados estos interrogantes y todos aquellos que ustedes puedan añadir, viene la pregunta clásica de un proceso penal: ¿a quién beneficia su marcha? Es evidente, aunque sea arriesgado mantenerlo, que, en el orden de las relaciones jerárquicas, el beneficiado es Cándido Conde-Pumpido. En el orden de las materias que están sobre la mesa, esta retirada tiene todo el aspecto de ser una pieza más, y muy importante, del engranaje que supone poner en marcha el largo y duro proceso -así lo calificó Zapatero- de final dialogado del terrorismo. Se trata de ir removiendo obstáculos; de tener preparada la maquinaria para que no haya más chirridos que los imprescindibles. Y, por vía de esta dimisión pact ada, se ha allanad o un camino. Ahora faltan todos los demás.