Mohatra institucional

UNA de las mayores lacras que va a dejar ZP al sistema constitucional español, suponiendo que logre sobrevivir en su conjunto, es el deterioro en la credibilidad de las instituciones convertidas en apéndices partidarios y partidistas en que el sectarismo, la ambición y la codicia estorban o impiden su neutralidad u objetividad reales sin siquiera molestarse en disimularlo ante esa parte de la opinión pública que aún no ha desertado de sus obligaciones y derechos cívicos. Tras los escándalos ligados a la tramitación de la OPA por antonomasia y el intento de extender una especie de vacatio legis en las Vascongadas y Cataluña, ahora se produce la bochornosa destitución del fiscal de la Audiencia Nacional pero no debido a ninguna conducta reprobable sino precisamente por lo contrario: estar considerado como uno de los más sólidos pilares de la lucha antiterrorista. Hubo una época sobre todo al principio del sistema dictatorial del general Franco que era preciso presentar una especie de estatuto de limpieza de sangre para acceder a la función pública, de modo que el sistema institucional bailaba al son que le tocaba el ilustre gallego ZP se está convirtiendo en émulo aventajado del dictador y en su voluntad de dominación no requiere instituciones neutrales ni profesionales que tratan de cumplir con su deber sino mercenarios colaboracionistas para dar apariencia de legalidad a la voluntad del déspota. Pero Fungairiño puede irse con la conciencia tranquila por haber defendido el Estado de derecho en la lucha contra los terroristas y sus cómplices. Y repetir lo que decía Cervantes : «yo no valgo para palacio porque no sé lisonjear y tengo vergüenza».