Diario de León

A CAMPANA TAÑIDA

Cuatro verdades sobre la separación de poderes...

Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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PRIMERA: los tres poderes nunca son compartimentos estancos, sino vasos comunicantes. Porque los gobiernos constitucionales -o poder ejecutivo- salen de los parlamentos o al menos tienen su respaldo: con variantes y matices, siempre es así. Pero una vez que el gobierno asume su papel, la subordinación del grupo parlamentario que lo sustenta es total, absoluta e incondicional respecto a las iniciativas que el propio gobierno le presenta. El caso del Archivo se Salamanca es paradigmático, aunque pudiera muy bien citar otros. Los pasos son los siguientes: 1º, un acuerdo de gobernabilidad que pasa por devolver los papeles a Cataluña; 2º, en cumplimiento de aquél, el gobierno presenta un proyecto previamente pactado, al que no se admiten enmiendas de fondo; 3º, el parlamento se limita a revestir con los atributos legales una decisión tomada con anterioridad e impuesta por Carod y Más, jefes de filas de los grupos parlamentarios que exigen los documentos. Carmen Calvo debería callarse, pero se le sube a la cabeza la condición de ministra y dice que no tiene más remedio que cumplir una ley de las Cortes. En este caso, no es más que pura hipocresía. Segunda: la labor del parlamentario que sustenta a un gobierno es de ingrata y difícil, aunque precisamente ahí reside su atractivo. No puede pedir la luna, debe convencer al gobierno de lo que pide y debe apoyar lo que el gobierno decide -otro matiz más sobre la separación de poderes- aunque no esté de acuerdo. Todos los parlamentarios que han apoyado gobiernos han pasado por eso. Los debates sólo sirven para dejar claras las respectivas posiciones, quizá para algún acuerdo puntual de última hora, pero nada más. Churchill lo resumió con una frase magistral: «los debates del parlamento me han hecho cambiar muchas veces de opinión, pero jamás de voto». Tercera: la mayoría de los que se atreven a citar a Montesquieu, autor del principio de separación de poderes, no se lo han leído ni por el forro de sus escritos. Ni Guerra cuando dijo que tal señor estaba ya enterrado ni los del otro lado, que se rasgaron las vestiduras ante la atrevida frase. Montesquieu lo único que quería con su principio era salvaguardar los privilegios de los nobles franceses del XVIII, tanto en el parlamento -cámaras de nobles y plebeyos, imitando a Roma- como en los tribunales, que igualmente serían dobles: para la plebe y para los nobles. Y basta de doctrina, que yo las clases las cobro. Y cuarta: pese a tan desvirtuado funcionamiento del principio de separación de poderes, la democracia funciona precisamente asentada en él, de ahí su grandeza. Digo grandeza del sistema, no de los gobernantes que se visten con banderas democráticas, pero que en realidad buscan subordinar a sus decisiones al poder legislativo y controlar la actuación del judicial, por si las moscas. Ello se logra con sumisión de fiscales y con promoción de jueces. El caso Fungairiño es un buen ejemplo. Para terminar, no sólo existe la actual manera de entender la representación democrática -que nuestra Constitución vigente entregó a los partidos- hay otras tan válidas y probablemente mejores, que trataremos próximamente.

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