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León

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Señor alcalde: En relación con su afirmación de que «la actuación del Ayuntamiento ha sido rápida y clara», reflejada en este periódico el pasado 31 de diciembre del 2005, respecto a las presuntas irregularidades urbanísticas de una obra en construcción contigua a mi vivienda, quiero añadir a lo expuesto lo siguiente: 1. Desde el 22 de agosto de 2005 se han dirigido a usted al menos diez denuncias sobre este problema. No ha contestado a ninguna. 2. Salvo que el desaparecido proyecto de ejecución sea una excepción, este tipo de documentación tiene un volumen importante, en mi opinión difícil de traspapelar. Usted alega saturación en el Archivo para justificarlo pero, según me han informado en el propio Ayuntamiento, antes de desaparecer el proyecto se habría encontrado en la Sala de Juntas (no en el Archivo), cuya llave estaría en poder del señor concejal de Urbanismo, Pergentino García. 3) ¿Por qué el técnico municipal habitual, Rafael Rodríguez, se inhibe en esta cuestión cuando no lo ha hecho en otras parecidas?. 4) También he sabido que a ningún funcionario de las oficinas municipales se le habría entregado la solicitud de una copia del proyecto desaparecido al Colegio de Arquitectos, para que registrase su salida y la enviase por correo certificado (como se hace habitualmente con otros documentos). Curiosamente la solicitud nunca llegó a su destino, por lo que hubo que volverla a enviar, 45 días después. 5) Supongo que en favor de la claridad y la transparencia, los concejales de su partido votaron en contra de la propuesta de UPL (con el apoyo del PP) de que un técnico del SAM realizase una investigación de las presuntas irregularidades que denunciamos, cuando no tendría coste alguno para el Ayuntamiento al ser realizada por un organismo público. A esto usted lo llama actuación rápida y clara, mientras en estos casi cinco meses se trabaja en la obra a marchas forzadas. Desconozco las razones para que obren ustedes así, pero si todas sus actuaciones son igual de rápidas y claras, que Dios nos pille confesados a los habitantes de este municipio. Fernando Díez Burón (Cistierna). La noticia ahí está, para bien o para mal. Las Cortes aprobarán en este año las dos grandes reformas educativas emprendidas por el gobierno socialista, la nueva Ley Orgánica de Educación (LOE) y la modificación parcial de la Ley Orgánica de Universidades (LOU). En principio no me parece desacertado un cambio, en un momento actual de fracaso y apatía por el conocimiento, para ver si es posible huir de la pasividad y retornar a la fascinante ilusión de cultivarse. Pero claro, este tipo de reformas y esfuerzos que afectan a toda la sociedad, requiere que nadie se quede fuera de juego, o sea, sin voz. El consenso es vital y, en ello, hay que poner todo el esfuerzo posible. Se precisa que la ley adoctrine lo menos posible, (las escuchas plurirraciales, pluriétnicas y plurirreligiosas traen consigo enriquecimiento), para que eduque lo más en la más diversidad. Este tipo de reformas, que no han de ser de hoy para mañana, deben hacerse sin pausa pero tampoco con prisa. Sin pausa porque tan prioritaria ha de ser la formación en cuanto a saberes como la actitud de respeto hacia los demás. No son pocos los titulados universitarios, con expedientes académicos brillantes, que andan por la vida desorientados, altivos, soberbios, arrogantes, inabordables, engreídos, petulantes¿ Por eso, entiendo, que es importante trasladar esa curiosidad por el conocimiento, pero también sin olvidar crecer en humanidad. Por desgracia, los planes educativos prestan poca atención a la maduración de la conciencia moral del joven para discernir el bien y obrar en consecuencia. De igual manera, con manifiesta prisa, tampoco se deben legislar derechos fundamentales, puesto que las celeridades suelen engendrar más vicios que virtudes. En todo caso, me parece muy bien que la sociedad valore el espíritu científico, pero que tampoco pase de página el espíritu humanístico. Está bien eso de fomentar la obsesión por observar, buscar explicaciones y contrastar las teorías con la evidencia de los hechos por encima de las ideas preconcebidas; pero, del mismo modo, hay que ayudar a descubrir el sentido de la responsabilidad, del buen hacer y de la constancia, de la participación en la vida social y de la colaboración hacia el bien común. Las leyes educativas, en consecuencia, han de perfeccionarse con nuevas experiencias, poniendo sobre el tapete un elemento irrenunciable: la educación en la libertad. Ese debiera ser el primer principio a consensuar, íntimamente relacionado con algo que hoy se pone en duda por ampl ios sectores de la sociedad, la libertad de la educación. Víctor Corcoba Herrero (correo electrónico). Juan (León; debate en la edición digital).

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