EN EL FILO
Ira musulmana en Europa
UN ISLAM ajeno a la libertad religiosa está poco capacitado para entender los fundamentos de la libertad de expresión. En realidad, la libertad religiosa vino a ser la madre de todas las otras libertades. La reacción musulmana contra la publicación de unas caricaturas de Mahoma en la prensa danesa resalta además que la tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones tenía por lo menos un valor aproximativo. Vemos un conflicto muy vivo entre sociedades que aceptan la separación entre Iglesia y Estado y las que no, como no es lo mismo una sociedad que asume la emancipación de la mujer y una sociedad en la que se practica la ablación. En Le Figaro , el filósofo Marcel Gauchet ha subrayado la desproporción que existe entre las caricaturas y la indignación que han provocado. Ha sido una reacción fulminante en la que hay que tener en cuenta que el Islam prohíbe la representación de sus imágenes religiosas. El boicot a los productos comerciales daneses se expande por el Oriente Medio, Noruega ha tenido que cerrar sus oficinas de representación en Palestina. Gentes armadas han hostigado las de la Unión Europea en Gaza, siendo Bruselas quien más aporta en ayuda económica directa a la Autoridad Nacional Palestina, quinientos millones de euros al año. Estos días hubo manifestaciones islamistas en Londres y grupos radicales han asediado la embajada danesa en Indonesia. Parece como el ensayo para la globalización de un conflicto. Desde la Arabia saudita se reclama la intervención del Vaticano, como si el Papa de Roma fuese un poder temporal sin límite alguno. El presidente iraní, Ajmedinejad, ha sido pronto en pedir el castigo de quienes insultan al Profeta. En realidad, estas caricaturas de Mahoma son de escasa acidez si se comparan con los ataques críticos a las imágenes, símbolos y personalidades del cristianismo en Europa. Lo vemos en televisión casi todos los días. Es el óbolo de la libertad de expresión, tan ligada originariamente a la libertad religiosa. La separación entre la Iglesia y el Estado pone las cosas en su sitio. Al acceder al papado el cardenal Ratzinger, la prensa sensacionalista británica le caricaturizó cono nazi. La mofa contra su antecesor, Juan Pablo II, era cosa del guiñol de cada día y de todo imitador radiofónico carente de mejor tema a mano. Como fue el caso del escritor Salman Rushdie o del asesinato de cineasta Teo van Gogh, lo que ocurre con las caricaturas de Mahoma es que existe un fundamentalismo islamista de mucho arraigo y un Islam moderado que vive horas temerosas a la hora de afirmarse. Sesudos editorialistas se preguntan estos días si acaso viviríamos en un mundo más armonioso si no se hubiesen publicado tales caricaturas de Mahoma. Por ahora la cuestión no es si convenía o no publicarlas, sino que el derecho a publicarlas es inalienable. Por lo demás, una cosa es el respeto a las creencias ajenas, fundamental en una sociedad abierta, y otra el temor a ser lapidado por una masa medieval. No reproducir las imágenes de Mahoma publicadas en Dinamarca también es una práctica de la libertad de elección aunque no vayan a entenderlo sino como victoria los fundamentalistas que agitan armas en Gaza o engrosan parte de la inmigración musulmana en los países de la Unión Europea. No todo es alteración y hostilidad: un semanario jordano reproduce algunas de las caricaturas y dice: «¿Qué es lo que causa más perjuicio al Islam, estas caricaturas o bien las imágenes de un secuestrador que degolla a su víctima ante las cámaras o, más aún, un kamikaze que se hace explotar en medio de una boda en Amman?». Estamos de lleno en un conflicto de religiones para sumarlo a las escaramuzas por el petróleo.