La hora de los enanos

PRIMERO fue el expolio de los «papeles de Salamanca», cuya llegada a Barcelona han festejado los nacionalistas catalanes con una exposición inaugurada por el inefable Pascual Maragall; ahora se anuncia el saqueo impune de Endesa. El consejo de ministros socialista, bajo la presidencia del leonés José L. Rodríguez Zapatero, aprobó el pasado viernes la opa hostil de la catalana Gas natural contra Endesa, la empresa eléctrica nacida en Ponferrada en los años cuarenta del siglo XX. Dos piezas, simbólica una, económica otra, que como aperitivo de lo que les va a deparar el estatuto -nos hemos llevado un buen cacho, dijo burdamente Artur Más, regocijándose de lo pactado sin luz ni taquígrafos con Zapatero-, los nacionalistas catalanes se han cobrado de Castilla y León, con el apoyo de uno de sus hijos y el aplauso de sus correligionarios de aquí. Montilla, el ministro charnego que recibió mil millones de pesetas de la Caixa, y que no se abstuvo al tratar este tema, bate por goleada al ministro Solbes, quien tuvo que vender como muy positiva para la competencia esta operación. Zapatero lo hace por el bien de León y sobre todo de España, pues tanto él como su vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, han hablado estos días de crear grupos empresariales fuertes capaces de competir en los mercados internacionales. Es gracioso que el partido y el dirigente político que más apoyaron en la oposición todas las protestas en la calle contra la globalización, y que incluso llevaron en su programa de gobierno una apuesta decidida en contra de la concentración del poder económico en España, ahora nos quiera vender la bondad de esta opa, que supone una concentración sin precedentes del sector energético, lo que necesariamente ha de restringir la competencia, como han señalado la mayoría de los analistas económicos y las asociaciones de consumidores. Estas son las contradiciones ideológicas que desde un discurso de izquierdas, que debería tener un partido que se llama socialista, son incomprensibles para alguien que se defina como tal. Bueno, realmente no es así pues la cosa es todavía peor. Todos, incluido el gobierno, sabemos que la opa significa eliminar una gran empresa, con sede en Madrid, repartiéndola entre dos más pequeñas: una catalana, Gas Natural; otra vasca, Iberdrola. Los peces pequeños se comen al grande. Pero esto sólo puede hacerse con el consentimiento y el apoyo del gobierno, pese a los informes en contra del Tribunal de la Competencia, pues aquel ha maniatado al pez grande para que se lo coman los chicos, al estar imposibilitado en su defensa. La razón no es económica, ni se busca crear una gran empresa que compita en el mercado internacional, (eso ya lo hace ahora Endesa y para ese viaje no hacían falta esas alforjas), sino política: se la reparten por presiones de los nacionalistas vascos y catalanes. Esta es la verdadera razón. La Caixa recibe ahora los beneficios del dinero regalado a los socialistas catalanes; y Cataluña se beneficia, en detrimento de Madrid, de los impuestos que genere la nueva empresa. Esto podría no ser más que una reubicación empresarial sin consecuencias nacionales, pero las tendrá en razón de lo negociado respecto a la financiación del estatuto catalán ¡Esa es la clave!. También tendrá graves repercusiones respecto a las cuencas carboníferas de Castilla y León. Ricardo González, presidente del Consejo Comarcal, dice que la decisión del gobierno ha sido correcta porque garantiza la competencia del carbón berciano. ¿Cómo la garantiza? ¿Se crearán en la comarca más empresas que consuman carbón? ¿Qué interés puede tener una empresa gasística en producir electricidad con un carbón caro, sobre todo cuando muy pronto deje de recibir subvenciones? El Bierzo seguirá produciendo energía pero lo que está por ver es si ésta se produce con carbón de nuestras cuencas o con el gas que vendrá de fuera. Ahora todo son especulaciones, pero muy pronto se despejará esa incógnita; entonces ya no tendrá remedio el desaguisado.