La blancura de San Glorio

DESDE la mesa/camilla instalada en la balconada de mi habitación en el hotel de Llánaves de la Reina, imagino la futura estación de esquí de San Glorio. Ahí está, cegadora, la cota más alta de la provincia, blanca y majestuosa. La veo y no tengo dudas cuando este periódico adelanta: La mejor señal de que la estación de esquí de San Glorio tiene futuro es que hay seis grupos empresariales dispuestos a construirla y explotarla. La Diputación Provincial está al frente del proyecto que va a garantizar el desarrollo rural, el mantenimiento de la población y la generación de riqueza en la montaña oriental leonesa. Quizá no les quede tiempo para lamentar las «visitas» nocturnas de los jabalíes esquilmando huertos. Tampoco harán motivo de debate si el oso baja con pereza o se busca otro mejor hábitat. Lo que sí anhelan todos es que se acierte a combinar los atractivos del Parque Natural de Picos de Europa, con Oseja de Sajambre y Posada de Valdeón, el embalse de Riaño y la estación de esquí del municipio de Boca de Huérgano. Se enhebrarían así unos atractivos turísticos y naturales para los doce meses del año. Sería igual, o mejor, que los proyectos con más desarrollo del Pirineo. La Junta tiene que desbloquear urgentemente la modificación del PORN (Plan de Ordenación de los Recursos Naturales) de Fuentes Carrionas (Palencia). En cualquier caso, su tramitación no debe ser obstáculo para que este mismo año comiencen las obras en la parte leonesa. La potenciación turística de la montaña oriental y el mantenimiento, e incluso, el incremento de su población, facilitará también el mantenimiento y potenciación de la actividad ganadera. Una actividad que está en declive, precisamente, por el envejecimiento. Pero dejo de soñar en la cumbre 2002 de Llánaves para recostarme a ras del Mediterráneo. Anteayer el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, asistió a una reunión del PSC, hermano menor del PSOE. En ella quedó claro que a Maragall no le ha gustado absolutamente nada el pacto con CiU. Ve en peligro la continuidad del tripartito y no quiere una convocatoria electoral anticipada en Cataluña. Sin embargo, no le quedará probablemente otro remedio. Por una razón suprema: La decisión se me antoja como irreversible y no va a depender la gobernabilidad de España de las necesidades particulares de Pasqual Maragall y, mucho menos, de las aventuras y propagandas de Carod Rovira. El Estatut, ahora sí, ha entrado en el Congreso de los Diputados para su discusión en la Comisión Constitucional, presidida por Alfonso Guerra. Con luz y taquígrafos se mirará artículo por artículo. Si el PP participa seriamente en esa discusión y negociación, como es la obligación de un partido responsable, y alternativa de Gobierno, en pocos días entrará en contradicción con la campaña de recogida de firmas «pro referéndum». Claro, que también puede mandar a Ángel Acebes a la Comisión para reventar cualquier posibilidad de entendimiento y seguir comportándose como un partido extraparlamentario y antisistema. O dicho de otra forma: para seguir alimentándose de esa propensión que tiene la derecha española para hacer de anarquistas cuando pierde el poder.