TRIBUNA
Libertad de expresión e hipocresía occidental
LOS CHICOS y las chicas que pueblan nuestras aulas aprenden lo que viven y lo que ven en el mundo adulto. Son imitadores de la sociedad en la que les ha tocado vivir y producto directo del mundo que les presentamos. Ahora, tras la exaltación, por parte de muchos medios, de la libertad de expresión sin límites, si un chico en un aula insulta a su profesor con una expresión soez, alegará que está usando su libertad de expresión y que no podemos coartarla. ¿Es esto libertad de expresión? La polémica sobre las caricaturas del profeta Mahoma se está convirtiendo, para algunos, en la excusa para defender una determinada libertad de expresión, frente a la tolerancia y el respeto como norma de convivencia entre los seres humanos, las culturas y las religiones. La tolerancia es uno de los rasgos que más diferencia a los ateos de los fundamentalistas religiosos. Sin embargo, ahora, la laica Europa se rasga las vestiduras ante la queja musulmana por las caricaturas, y defiende a ultranza la llamada libertad de expresión, cual si fuera una nueva religión. Porque, preguntémonos ¿qué alto fin han perseguido los diarios que han reproducido nuevamente las viñetas? ¿Acaso pretendían echar más leña a la impresionante hoguera conseguida a base de invasiones armadas, ocupaciones indefinidas, vituperación constante de sus íntimos valores¿? Lo que nos tenemos que preguntar es por qué se está fomentando el enfrentamiento con el mundo musulmán y con qué objetivo se está haciendo. Parece claro que la «crisis de las caricaturas» está sirviendo para demonizar al mundo musulmán y crear un terreno más apto para una nueva invasión. Justo en estos días, cuando Irán (cuarto exportador mundial de petróleo) afirma que no permite las inspecciones de la ONU, el conflicto da un salto cualitativo alrededor de la publicación de las «polémicas» viñetas. Las portadas de todos los periódicos de Occidente informan sistemáticamente de que miles de manifestantes, que protestaban contra las caricaturas de Mahoma, cometen actos de saqueo y vandalismo contra intereses occidentales en medio de una tensión creciente. Se habla en ellos con saña de la «ira musulmana». Las imágenes televisivas muestran a los que protestan como bárbaros, fanáticos. La prensa europea no escatima epítetos a la hora de referirse a los incidentes que manifestantes musulmanes están protagonizando, a la vez que -en nombre de la sacrosanta libertad de expresión- justifican la negativa a pedir disculpas por parte de los responsables. Parece haber un intento claro de extender la provocación utilizando como excusa esa defensa de la libertad de expresión. Cuando, el 30 de septiembre de 2005, el diario danés «Jyllands Postem» publicó las caricaturas de Mahoma, la comunidad musulmana en Europa y la diplomacia de algunos países árabes protestaron por lo que consideraron una ofensa al Islam. Pese a las denuncias, curiosamente, el 20 de enero de 2006, el periódico noruego, el «Magazinet» , reproduce los dibujos (según ellos, «en solidaridad» con el diario danés). ¿Cuatro meses después? ¡Qué casualidad! ¡Justo, en medio de la presión de EE.UU. hacia Irán! Y mientras se recrudecen las protestas del mundo árabe, nada se hace desde los gobiernos implicados ni desde la Unión Europea para frenar un conflicto (políticamente innecesario) que se agrava a pasos agigantados. Es más, el 1 de febrero y el 8 de febrero diarios franceses y de Alemania, publican nuevamente las caricaturas «en defensa de la libertad de prensa». Es una jugada inteligente: se utiliza a dos periódicos de Dinamarca y Noruega, países que se supone que siempre respetan la libertad de expresión..., para iniciar la crisis. Así, cuando los musulmanes han respondido, la sensación de que ellos «son los malos de esta película» parece obvia. El marco creado muestra a los musulmanes atacando a pequeños países sumamente democráticos. Y la población de los países occidentales asume este escenario presentado por los medios. En general, unos creemos que es exagerado y condenable quemar una sede diplomática, en todo caso, aunque sea por unas «simples caricaturas». Otros creen que los disturbios forman parte de la locura de los pueblos árabes, que sólo saben matar a «infieles», al estilo Al Qaeda . Los de más allá preconizan que, por encima de todo, está la libertad de expresión. Pero muy pocos consideran la responsabilidad de los gobiernos y de los medios de comunicación por «echar gasolina al fuego» sin ninguna necesidad. La invasión de Afganistán en el 2001 supuso para EE. UU. la puerta de entrada en Oriente Medio y la toma de posiciones geoestratégicas. Siguió con Irak y ahora amenaza a Irán y Siria. Además, la victoria electoral de Hamas en Palestina refuerza la «necesidad» de afianzar aún más el poder militar de Israel, fiel aliado de Washington. Sin embargo, la dura batalla que está presentando la resistencia irakí ha obligado a EEUU a buscar una mayor implicación de Europa, que no por casualidad es ahora el eje central de denuncia en la «crisis de las caricaturas». A través del supuesto escándalo que produce que el mundo árabe esté en contra de «nuestra libertad de expresión», Europa pretende preparar el consenso social necesario para implicar a sus ejércitos en una nueva campaña militar. Pero, a diferencia de lo ocurrido en la guerra contra Irak (manifestaciones antiguerra, fracturas internas en varios países e incluso gobiernos que perdieron las elecciones¿), esta vez van a esforzarse por buscar el apoyo de las sociedades occidentales y que el costo político sea menor. El esquema reiterado para moldear la visión de la población es obvio: están en contra de la libertad de expresión, queman nuestras embajadas y encima fabrican bombas nucleares. Está claro que son nuestros enemigos. El problema de fondo es que, no sólo hay petróleo en el conflicto, sino que están en pugna dos grandes religiones, dos filosofías, dos concepciones del mundo, dos culturas. Este incidente provocado por una sátira contra Mahoma y la identificación de lo musulmán con el terrorismo lo veremos repetirse en el futuro en la medida en que Occidente profundice su hostilidad hacia el mundo islámico que se resiste a dejarse dominar. La pregunta final es si en este modelo de convivencia y respeto es en el que queremos educar a nuestro alumnado, en el que nos alarmamos por el clima de violencia que impera en nuestras aulas. Parece claro que «de estos lodos vienen aquellos polvos».