Sin lirismo ni rabia

«PARA escribir algo nuevo sobre ETA, hay que renunciar al lirismo y a la rabia...». Así se expresaba Francisco Tomás y Valiente en uno de sus últimos artículos periodísticos ( ETA y nosotros ) poco antes de ser asesinado, hace ahora diez años, por un tal Jon Bienzobas que se cargó, en un segundo de vileza y cobardía superlativas, años y años de orgullo y bonhomía vasca. O sea, cordura, pies en el suelo, por encima de la bilis y del asco. Y la ley, la justicia, en el centro. Eso pedía el ex presidente del Tribunal Constitucional en un escrito que, leído hoy, tiene aún extraordinaria vigencia al tiempo que subraya el abismo que separaba a la víctima y a su verdugo. A ese abismo -la necesidad imperiosa de que los peores no se impongan finalmente a los mejores- es al que se ha referido Maite Pagazaurtundua durante el congreso de víctimas del terrorismo: «El fin de ETA tiene que pasar por la justicia y no por la impunidad». Ahí está la clave. Quizá el nacionalismo vasco, desbordado por la suma de tanta atrocidad que, quiera o no, le salpica, intenta dibujar un escenario sin vencedores ni vencidos pero eso es inviable. Personas con firmes convicciones democráticas, que defienden sus criterios con la razón y la palabra, no son ni serán nunca iguales a alimañas a sueldo de la ignorancia y de la infamia como Bienzobas y sus mentores. No sabemos qué claves maneja Zapatero para expresar ese cauteloso optimismo -puesto en entredicho con la bomba de ayer en Navarra- sobre una solución final al terrorismo etarra. Pero una cosa sí está clara: la ciudadanía no perdonará que se burle a la justicia. Ese es el reto y la exigencia.