Diario de León

DESDE LA CORTE

Perjudicado, el país

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FERNANDO ONEGA
León

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SESIÓN de control, bronca asegurada. Es la historia de cada miércoles en el Congreso. Dan las cuatro de la tarde, se abre la sesión, el presidente de la Cámara da la palabra a Mariano Rajoy, y empieza el lío. No hay palabras suaves, ni testimonios de comprensión, ni intento de apoyo ante las dificultades, ni ofertas de cooperación. Lo único que el espectador puede ver y escuchar es la atribución mutua de todas las maldades y perversiones. El líder de la oposición suele calificar el jefe del gobierno de irresponsable, de vulnerar las normas o de beneficiar a los enemigos del Estado. El jefe del gobierno suele acusar al líder de la oposición de basarse siempre en la mentira. Y así, semana tras semana. Dan igual los datos que se aporten. Dan igual las noticias, reales o imaginadas. Da todo igual. Aquí se funciona con anteojeras. No hay un solo caso de excarcelación de un etarra por una decisión política, pero el señor Rajoy se considera en la necesidad de acusar al gobierno de hacerlas. No hay un solo caso donde la aplicación de esas excarcelaciones no se haya hecho exactamente igual que durante los mandatos de Aznar, pero ahora se quieren presentar como escandalosas, arbitrarias y fruto de algún pacto secreto. Y no ha cesado la detención de terroristas (a una media de dos por semana desde el cambio de gobierno), pero se quiere trasladar a la sociedad la impresión de que gobernantes, policías y jueces han renunciado a su labor de perseguir criminales. Fueron algunas de las preguntas de ayer. Antes se había mostrado la misma intencionalidad con el Estatuto de Cataluña. Y mañana se harán estallar los látigos con cualquier otra cuestión. Es la técnica de la crispación, aplaudida y coreada por notables líderes de opinión. Dicen que es muy rentable, porque al Partido Popular le otorga intenciones de voto crecientes, porque conecta con todo el descontento social. Al Partido Socialista y al gobierno les da el regalo de verse arropados por los demás grupos parlamentarios, que observan al PP como el enemigo común, al que pueden presentar como el adversario del cambio histórico que están realizando en el país. Pero hay un claro perjudicado: el país mismo, que quizá nunca estuvo tan confundido como ahora. La opinión pública, suponiendo que siga algo estas confrontaciones, se está formando a base de datos y posiciones falsificadas por intereses partidistas. Y algo peor: se está formando también en una doctrina de enfrentamiento y recelos entre sectores ideológicos, profesionales y territoriales. Y algo todavía más peligroso: ese mismo enfrentamiento ya está en zonas donde se toca la fibra misma del Estado de Derecho: los jueces y los miembros de la carrera fiscal.

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