Diario de León

DESDE LA CORTE

Ante un momento trascendental

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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PEGAD, como los indios, el oído a los raíles del tren, porque se acerca. Con todas las cautelas y reservas, cualquier día nos levantaremos y veremos que ya está en la estación. ETA habrá dado el paso de la tregua. ¿Y qué tregua? El Congreso habló de abandono de la violencia, pero no matizó más. La opinión pública pide rendición. Pero, ay, no sabemos lo que piensa ETA, que tiene las llaves y la voluntad, y cuyos gudaris convertidos en asesinos no quie ren tirar la lucha de cuarenta años sin obtener beneficio. ¿Qué pedirán a cambio? ¡Dios, cómo nos devora la ansiedad! Rajoy, cada día más llanero solitario, pregunta al cielo en el Congreso por el precio; pero el cielo, a través de su representante Zapatero, no contesta. Responden Ibarretxe y Otegi: «que los vascos decidan su futuro». La vieja música, la autodeterminación, la utopía siempre reclamada, ya está sobre el papel. La palabra más rechazada por los constitucionalistas vuelve con el inquietante, pero lógico, sentido de la oportunidad. Para el nacionalismo y el independentismo, es el momento de ponerla sobre la mesa. ¡Cuánto hemos suspirado por la paz! ¡Cuánto hemos soñado con ese momento en que pudiéramos publicar que ETA abandona las armas! Pero, cuando parece llegar el momento, sentimos que no estamos preparados. Estamos preparados para celebrarla, pero no para sus consecuencias. Es el vértigo. Los dos grandes partidos se tiran a la cabeza el proceso y sus incógnitas. Y no lo ocultemos: hay miedo a la debilidad del gobierno, que hasta ahora produjo la impresión de que está más preocupado por lograr la noticia que por cómo sigue después. Ha llegado, por ello, el momento de poner en orden datos e ideas. Conocemos por qué Batasuna necesita la tregua: porque es el único camino para volver a las instituciones, empezando por los municipios. Estar ausente le supone una pérdida de ingresos de trece millones de euros. Sabemos también por qué Zapatero habla como habla: porque está seguro de un final inminente y lo quiere liderar. Pero no sabemos en qué pueden terminar las conversaciones que inevitablemente se abrirán. Si ésa es la incógnita, el Estado y quien lo representa tiene que llegar a las reuniones no sólo con buenismo, sino con fortaleza. Y esa fortaleza no la tiene sólo una fuerza política, sino el conjunto. Todo sería plausible si supiéramos que PP y PSOE van de la mano y coinciden en la «hoja de ruta». Pero no coinciden, ni en discursos ni en hechos. Ése es el déficit de partida. Por ello hay que dirigirse a los señores Zapatero y Rajoy y decirles: oigan, por lo menos inténtenlo. De lo contrario, una oportunidad de concordia se va a convertir, irremediablem ente, en nuevo foco de confrontación.

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