Diario de León

CANTO RODADO

Llueve en el Sáhara

León

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UNA rogativa, o dos, van a hacer falta para que llueva en León, donde el agua merma en los pantanos y amenaza con su escasez los cultivos tan primorosamente plantados con la esperanza de cobrar la PAC una cosecha más. En el Sáhara del exilio, la terrible Hamada de Tinduf, se han excavado más de doscientos metros de profundidad para chupar unas gotas de agua a la tierra y las únicas rogativas que han hecho son las periódicas llamadas a la comunidad internacional para que se acuerde de su larga estancia en el desierto, treinta largos años. Los saharauis refugiados que ni siquiera encomendaron a Alá su destino, pues la religión es para ellos un asunto privado, han confiado en la ONU hasta la saciedad, han logrado hacer crecer hierba y zanahorias en aquel pedregal cedido por Argelia y ahora hasta la naturaleza les da la espalda. Febrero llegó con lluvias tropicales al Sáhara y no sólo no quitó la sed sino que arrasó con jaimas y ha dejado a 12.000 familias sin menos que nada, que era lo que tenían. Los destrozos en escuela de mujeres 27 de febrero y el internado 9 de junio han paralizado la actividad escolar. Necesitan mantas, tiendas y víveres. Lo ocurrido, que apenas si ha merecido unas líneas y flashes informativos, es una emergencia dentro de una emergencia, porque el Sáhara del exilio está exhausto y vive con impotencia la escalada de represión que Marruecos lleva a cabo en los últimos meses en los territorios ocupados, es decir, el Sáhara Occidental, esa franja trazada con tiralíneas en el oeste africano que España abandonó a su suerte a finales de 1975. El Sáhara es, sin duda, uno de los conflictos olvidados del planeta. Más olvidado aún en la medida en que los saharauis, con la ayuda solidaria e internacional, han levantado un estado en medio del desierto con educación, sanidad y servicios sociales básicos y no ofrecen a la comunidad mediática tragedias de guerra civil. Es triste que unas inundaciones rescaten del olvido a este pueblo.

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