Pocos gorriones

HAY GRAN alarma en Europa porque el gorrión común, el pardal de la ciudad, va de capa caída. Por ejemplo, en Inglaterra, desde 1970 la población urbana de gorriones ha descendido en un 58%, mientras que la de los pueblos ha bajado menos, solo un 48%. La ornitóloga Catalina Vincent, de BirdLife, ha estudiado las causas de un declive hasta ahora misterioso que, erróneamente, se relacionaba con la contaminación de plomo provocada por el tráfico. Esta chica pajarera ha observado que, en junio y julio, buena parte de los pollos mueren de hambre, antes de salir del nido, al no poder los padres cebarlos con suficiente número de presas vivas: pulgones, escarabajos, mosquitones y arañas, animales que se crían en los jardines y parques que conservan vegetación natural. La moda del jardín familiar hortera y la tendencia a la vagancia a la hora de cuidar el huerto son un azote para los pardales. En vez de un suelo con variedad herbácea, arbustos frondosos y estiércol, nos encontramos un césped de grama achicharrado por herbicidas para que no salgan dientes de león, tréboles ni hierba pajarera, y grandes extensiones de baldosín y gravilla. Esperpénticos burros con alforjas, aguilones heráldicos, enanos de gorro en punta, sirenitas con chorrito de agua, esfinges faraónicas y horrendas columnas dóricas escapadas del Partenón de Hollywood sustituyen en el jardincito del adosado a los rosales, espinos, frambuesos, zarzales, sorbales y parches de hierba que, ahora, se consideran símbolos de aldeanismo, reemplazados por las cutres estatuillas compradas en el supermercado verde de la esquina. La Sociedad Real de Protección de las Aves propone a los británicos que vuelvan a tener jardines pueblerinos, donde hierba alta, maleza y jaramagos críen los invertebrados necesarios para que el gorrión saque adelante a las crías. Lejos queda el refrán: «Al aldeano y al gorrión, perdigón», cuando al de la azada y al pardal se los consideraba plaga.