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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¿EXISTE la Unión Europea? Nominalmente, sí: es el nombre que recibe la antigua Comunidad Económica. Pero en los últimos tiempos ha recibido dos golpes que hacen dudar de su existencia real y de su futuro como unidad. El primero ha sido el naufragio del Tratado de la Constitución que, después de un penoso viaje por algunas urnas, ha sufrido el más triste de los naufragios: se perdió en las aguas del olvido, sin que casi nadie haya derramado una lágrima por ella. Ni siquiera quienes la hemos votado con entusiasmo de primerizos. El segundo golpe lo está recibiendo ahora, con las medidas proteccionistas de varios gobiernos, empezando por el español, sobre empresas energéticas. La opa de E.On sobre Endesa ha disparado los instintos nacionalistas. España revisa su legislación sobre la marcha para que no embarranque el barco -que algunos consideran corsario- de Gas Natural. Tomando rápida lección, Francia fusiona Gaz de France y Suez, para hacerla inabordable por tiburones foráneos. Ayer se publicó que Italia también estudia cómo blindar sus empresas frente a posibles asaltos. A la vista de los indicios, el presidente Durâo Barroso y el comisario Joaquín Almunia han dado la voz de alarma: así no hay forma de hacer Europa. Malos tiempos para europeístas. Cuando se tocan intereses de los llamados «estratégicos», aquellos vehementes discursos de defensa de una Europa a la que sólo faltaba ponerle los adjetivos de «una, grande y libre» se diluyen como azucarillos en bombonas de gas. Se levantan murallas como si llegaran los invasores. Sólo algunos partidos de oposición defienden la caída total de fronteras. Aquí le corresponde ese papel a Mariano Rajoy, pero nunca sabremos si es sincero o aprovecha la coyuntura para evitar que Endesa caiga en manos de catalanes. Y ésa es otra: puede ocurrir que Cataluña sea el extranjero cuando se está en la oposición, y sea España cuando se trata de mantener el gobierno. Misterios de estos confusos tiempos. Desprovisto el debate de nuestras tensiones internas, está claro que así no hay proyecto europeo que triunfe. La unidad plena es una bella utopía que se cae ante la palabra mágica de este tiempo: energía. Europa ha renunciado al control nacional del mar o de los tipos de interés. Fue capaz de crear una moneda única y de olvidar monedas tan queridas en sus territorios como la peseta, el franco o la lira. Ha cedido soberanía en decisiones que afectan a cientos de millones de personas. Pero ceder un milímetro de poder energético es como ceder independencia. Algún miedo atávico impide que un kilovatio pueda ser administrado desde otro país. Un kilovatio lleva más colores nacionales que todas las banderas de un desfile militar.

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