Un gato alemán

SERÁ como todos, silencioso como espejo y «furtivo como el alba aventurera», pero ha accedido a la fama por ser el primer mamífero europeo víctima de la gripe aviar. Tendría, como todos los gatos, ojos de emperatriz de cómic y pisaría, como los amantes, con planta de lana. El Ministerio de Agricultura admite que después de este felino pionero pueden producirse los primeros casos en España durante las próximas semanas. No sólo entre los gatos, sino entre sus dueños. Incluso entre los que no son dueños de ningún gato. La ventaja de esperar siempre lo peor es que rara vez resulta uno defraudado. El expansivo miedo se ha instalado entre nosotros. Miedo a todo. A las excarcelaciones y a los encierros, al uso de bancos privados de cordón umbilical y a que el presidente del Supremo acuda al Congreso. Tiene miedo hasta Florentino Pérez, que estuvo en Mallorca, y que ya no estará en la presidencia del Real Madrid porque, según sus declaraciones, «si sigo me hubieran matado». ¿No sería mejor haber hecho prisioneros a algunos jugadores? No sé si estoy en lo cierto, que debe de ser un lugar muy incómodo, pero me parece que hay que buscar en el temor el origen de la violencia que se ha establecido en la vida española. A mayor pánico, mayor cabreo. Mucha gente se está subiendo por las paredes, como el pobre gato alemán antes de que le diera la gripe. El conocido ideólogo José Blanco, más conocido como Pepiño Blanco, le ha pedido a la oposición que no incurra en «excesos verbales». Poco antes había llamado al PP «desleal, vil, cobarde, inmoral, mentiroso y cínico». ¡Qué jodío Pepiño!