Diario de León

DESDE LA CORTE

Discurso para un salvador de España

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FERNANDO ONEGA
León

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REDACTO esta crónica inmediatamente después de escuchar el discurso de José María Aznar en la Convención Nacional del PP. Al ponerle un calificativo, me salen estos dos: para sus fieles, clamoroso; para el gobierno, demoledor. No es fácil recordar una pieza que haya suscitado tanto entusiasmo entre un público adicto, agradecido, lleno de fervor y predispuesto al aplauso. Tampoco es fácil mencionar otro mensaje político tan dirigido a la línea de flotación de un gobierno. Su diagnóstico ha sido terrible: «No hay nación ni estado que sobreviva a un proceso como el que vive España». Fue tan duro su análisis de la situación, que hizo pasar a segundo término las otras perspectivas de la Convención: la llamada del alcalde de Madrid a la moderación frente a los excesos de la izquierda; el asomo de un nuevo estilo de oposición, tendente a borrar la imagen tremendista que hasta ahora desprendió el partido; la incorporación al debate de asuntos próximos al ciudadano, que en gran parte llevan la firma del empuje y la creatividad de Ana Pastor; y toda la «operación sonrisa» que parecía desprenderse del nuevo traje que el PP quiere vestir a partir de esta Convención. José María Aznar sólo tiene un problema: es la parte más interesada en el juicio que se pueda hacer de los últimos diez años, como hizo él. Respira por heridas que estos días lleva más abiertas que nunca, porque se le presenta como el artífice de una España intransigente. Está dolido con esas tendencias de opinión que invitan a Rajoy a desprenderse del fantasma de Aznar, como si fuera un apestado o una figura que contamina todo que toca. Trata, con todo derecho, de defender su obra de gobierno frente al conjunto de descalificaciones que se le dirigen desde la izquierda y los nacionalismos. Es natural, por tanto, que sea demoledor ante quienes intentan situar su trayectoria como un periodo tenebroso de la historia de España. Con esas prevenciones por delante, hizo, en todo caso, un discurso importante y que marcará la evolución del Partido Popular hasta las próximas elecciones. Mariano Rajoy podrá presentar su mejor cara, hablar de la felicidad de los ciudadanos y acusar a Zapatero de haberse confundido en las prioridades. Pero Aznar le sitúa el partido -en medio del fervor de los militantes asistentes-en otra dimensión: la de ser dique de la marea de reformas del Estado que el gobierno ha metido en el telar. Desde ese discurso, Rajoy no puede aceptar nunca más ningún tipo de salida negociada para terroristas, salvo rendición expresa. No puede ceder a ninguna demanda de un partido nacionalista. Y, si cree que Aznar tiene razón en su análisis, debe disponerse a ser el salvador de la nación. Duro destino.

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