Diario de León

EL BALCÓN DEL PUEBLO

José María Aznar, otra vez

Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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DESPEDÍ el viernes con emoción al «abuelo» de los ugetistas y socialistas de León, al histórico Rafael Pérez Fontano. No hice lo mismo con otro pilar esencial del sindicalismo ugetista, Julio Huertas, quien también dejó un vacío hace pocos meses. Mi ángel cómplice, ese que nos cubre las espaldas a los periodistas, no me alertó del adiós Y cuando el viernes ya había entornado los cuarterones del balcón, me llegó otra noticia de lutos: ha muerto José Luis Rodríguez, alias «El Cabezón», bañezano de nacencia, leonés ejemplar de condición, buen pescador y mejor cazador. Un experto en hacerse querer. Era un publicista atípico. Un genio que no necesitaba creatividad. Le bastaba y sobraba su grandeza en las relaciones humanas. Sin él, Filesa nunca habría conseguido liderar el «ránking» de agencias. Fue un magnífico amigo. Estuvo tocado por el dedo de los dioses. Hasta tres veces la fortuna se acomodó en el «hall» de su casa. Pero cuando más necesitaba a sus dioses, le abandonaron. A los pocos meses de jubilarse, comenzaron a caerle en cadena las lluvias ácidas de la enfermedad. Hasta que acabaron por empaparle y corroer su temple, ilusión y futuro. Si ayer hubiese podido tomar un Martini con los tres, aperitivo previo al cocido de Lleras 38 en Villafeliz de Babia, hubiéramos llegado de inmediato a esta conclusión: José María Aznar es un caso único. Tiene una capacidad irrepetible para la bronca y la polémica. Hace pocos días, intentó dividir al Consejo de Estado con posicionamientos políticos. Un hombre tan poco sospechoso de izquierdismo como Landelino Lavilla le tuvo que recordar que estaba en un órgano juríd ico/consultivo, donde no caben las polémicas políticas. El resultado de la votación fue contundente: 24 á 1. No le apoyó ni el ultraconservador Losé Luis Llamazares. La pasada semana provocó otra bronca y un conflicto diplomático en Méjico. Quizo ser puntal de apoyo a la campaña del candidato consevador y acabó hundiéndole. Se metió donde nadie le llamó: en la política interna mexicana. El Gobierno español tuvo que salir en su rescate. Y el viernes, en la convención del PP, volvió a montarla al afimar que su Gobierno nunca había negociado con Eta. Conocí a Aznar hace una veintena de años. Me lo presentó Mario Amilivia en la cafetería del Casino. Había perdido el congreso de AP junto a Herrero de Miñón frente a Hernández Mancha. Como en Madrid no le querían ver ni en pintura, le enviaron como candidato a Castilla y León. El primer domicilio de Aznar y Aana Botella en la Comunidad fue la sede de AP en Ávila. En aquella conversación del Casino, de más de dos horas, no logré ni una sola frase que llevarme al periódico. El personaje, además de impenetrable como el rostro de Marlon Brando, sí me pidió que le tratara bien. Desde estonces he seguido la carrera política de José María Aznar con interés y con asombro. En su discurso ante la Convención popular hay opiniones que se pueden compartir o no. Pero también hay una información que niega la realidad: que ordenó negociar con Eta en Suiza. Según su nueva versión, mandó al Secretrio de Estado, Martí Fluxá; al secretario de Presidencia, Zarzalejos, y al máximo experto del partido en el tema, Arriola, a hacer como Gila y p reguntarle a los terroristas: ¿Os váis a rendir?.

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