Una ciudad con pocas incógnitas

NO SÉ qué me asombra más, si la ignoracia de ciertos políticos y técnicos o la osadía de algunos informadores. Que el alcalde de Ponferrada se alegre por los hallazgos recientes en el castillo me parece normal; que algunos técnicos olviden que desde el siglo XIX se conocen datos suficientes para saber que el castillo está construido en el emplazamiento de un yacimiento antiguo ya no es tan normal. Se hacen los suecos por aquello de que todo el que descubre algo cree que sólo él lo ha hecho, negando el pan y la sal a todos los investigadores que le han precedido. Pero que algunos informadores, ante los hallazgos, proclamen a los cuatro vientos que ahora los historiadores tendrán que reescribir la historia de Ponferrada es demasiado; y peor es afirmar que el origen de la ciudad ya no se podrá relacionar con el Camino de Santiago. No es que quieran chafar un eslogan turístico -o el lema del congreso jacobeo celebrado recientemente: «Ponferrada puente hacia la nueva Europa»-, es sencillamente, que tal afirmación carece de sentido. Me alegro con el alcalde de que las excavaciones emprendidas en el interior del castillo confirmen la existencia de un poblamiento prerromano; era algo previsible. Se tenía ahora una excelente oportunidad para realizar una prospección arqueológica en toda regla, con los medios modernos y con los recursos económicos y profesionales adecuados. Por las informaciones publicadas, parece que dichas excavaciones están siendo fructíferas y que los arqueólogos han sacado a la luz restos de edificaciones circulares, probablemente viviendas castreñas, así como materiales de la Edad del Hierro. Es muy interesante y de ahí la alegría del alcalde. Se cuenta con un nuevo recurso a añadir a los muchos que ya tiene el castillo de Ponferrada. Es éste uno de los elementos patrimoniales, con la basílica de la Encina y el Ayuntamiento, que mejor simbolizan la historia de la ciudad. El conocimiento de restos materiales prerromanos y romanos en ese lugar son muy antiguos. El castillo se sitúa en el espigón que, en su confluencia, forman los ríos Sil y Boeza; por tanto, constituye un emplazamiento característico de poblaciones antiguas, especialmente de castros prerromanos y romanos. Tal es así que en el siglo XIX algunos autores ubicaron, falsamente, en él la ciudad de Interamnium Flavium. José María Luengo, en los años veinte, hablaba de hallazgos romanos e incluso mencionaba una primera excavación de Manuel G. Vuelta en la que, entre otros objetos, había aparecido una moneda de Valentiniano, del siglo IV. Tomás Mañanes lo consideró un emplazamiento castreño ocupado más tarde por los romanos, por el descubrimiento de 400 monedas romanas en el hueco de una pared. Por último, las excavaciones de Fernando Miguel Hernández en los años ochenta han proporcionado muchos datos de la existencia de un poblamiento de la Edad del Hierro. Todos estos datos confirman la existencia de un yacimiento anterior al castillo; pero Ponferrada, la ciudad que hoy conocemos, tiene un origen medieval. La villa nace en torno al Camino de Santiago, al puente de hierro construido por el obispo Osmundo en el siglo XI, el descubrimiento de la Virgen de la Encina y el castillo que, a orillas del río, construyeron los templarios para la protección a los peregrinos. La ciudad, aunque proclamada como tal antes de la presencia de la MSP, debe mucho a esta empresa y a las actividades mineras y energéticas de los años veinte y , especialmente, de la postguerra. Esto es algo que ni se puede ni se debe olvidar; en ese sentido aunque con lagunas que colmatar, tenemos datos suficientes para que ningún nuevo descubrimiento cambie sustancialmente la historia de la ciudad. Creo que los restos arqueológicos y monumentales son atractivos turísticamente, pero la historia de Ponferrada se encuentra mucho mejor guardada y representada en el estupendo archivo municipal, que sin tantos aspavientos, constituye uno de los mejores logros culturales de Ponferrada en estos últimos años.