Muerte en el mar
EL INCREMENTO de la vigilancia y el mayor esfuerzo de las autoridades marroquíes habían conseguido frenar en apariencia la inmigración ilegal mediante pateras a través del Estrecho, con el consiguiente descenso en el número anual de víctimas. Pero el afán de los africanos por conseguirse un futuro en Europa ha generado otros flujos mucho más peligrosos y más difíciles de controlar y combatir: los «cayucos», leves embarcaciones que, repletas de gente, viajan desde el norte de Mauritania hacia Canarias, en aguas abiertas y frecuentemente encrespadas que se cobran periódicamente docenas de víctimas. Este es un problema sin solución si el Norte desarrollado no potencia y acelera el desarrollo del Sur, un designio humanitario que es cada día más inaplazable.